Coyolxauhqui: la diosa lunar desnuda y desmembrada de los mexicas

Coyolxauhqui: la diosa lunar desnuda y desmembrada de los mexicas. Así es la imagen más conocida de la deidad que ha llegado hasta nuestros días, y se la debemos a la emblemática pieza escultórica que fue descubierta el 21 de febrero de 1978 en el corazón del centro histórico de la Ciudad de México.

El nombre de la diosa relacionada con la luna quiere decir «la que se ornamenta las mejillas con cascabeles», y su representación está asociada a un hecho histórico, que de acuerdo con el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, fue tan importante para el pueblo mexica que lo mitificaron, como ocurrió con la Fundación de Tenochtitlán que según el mito se hizo en un lugar donde habría una serpiente parada en un nopal comiendo una serpiente y que después dio origen al escudo de la bandera de México, historia que Matos Moctezuma ha explicado cómo surgió.

Del Chicomóztoc, «la cueva de los siete nichos», a Coatepec donde se desmembró Coyolxauhqui

En la tradición azteca se creía que el pueblo partió de Chicomóztoc, «la cueva de los siete nichos», el legendario punto de partida, en el tiempo y en el espacio, de donde surgieron siete pueblos para iniciar su caminar que los llevaría a desarrollar varios asentamientos en el centro de lo que hoy es México.

El Chicomóztoc ha sido motivo de varios estudios, entre ellos el de Marie-Areti Hers, investigadora del Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, especialista en el septentrión mesoamericano y coordinadora del proyecto regional e interdisciplinario Hervideros, quien ha propuesto su ubicación geográfica en la zona arqueológica de La Quemada, Zacatecas, una zona que ha servido de estudio para concluir que las migraciones en las culturas prehispánicas formaban parte de un ritual que incluía la quema del lugar,

Tras la salida de «la cueva de los siete nichos», uno de los primero lugares donde se asentaron los mexicas fue Coatepec, el cerro de la serpiente, y fue justo ahí donde ocurrió el importante hecho que dio origen al mito de Coyolxauhqui.

Dos barrios que conformaban el grupo mayor de los mexicas estuvo ante la disyuntiva de permanecer en Coatepec o volver a iniciar la caminata en busca de otro sitio donde asentarse. Uno de los barrios optaba por permanecer en el lugar, mientras el otro prefería el peregrinar, ambos terminaronn enfrentados en batalla.

En el mito, un barrio fue representado por el dios solar de la guerra Huitzilopochtli y el otro por la diosa lunar Coyolxauhqui. En el hecho histórico se impuso el barrio que optaba por volver a andar, y en el mito se representó como el triunfo del poder solar,

«Es un hecho tan importante que se mitifica, y lo que fue combate entre hombres se convirtió en lucha entre dioses.

Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo que dirigió el Museo del Templo Mayor, miembro de El Colegio Nacional y profesor emérito del INAH.

¿Qué cuenta el mito de Coyolxauhqui?

En este relato, la diosa de la tierra, Coatlicue, queda milagrosamente embarazada, con lo cual provoca la vergüenza y la indignación de su hija Coyolxauhqui y sus hermanos centzonhuitznáhuah. Éstos, dirigidos por su hermana, pretenden asesinar a su madre.

Sin embargo, en ese momento nace Huitzilopochtli, que lleva armas y lucha contra sus hermanos hasta vencerlos. A Coyolxauhqui la decapitó y su cuerpo rodó haciéndose pedazos.

De ahí nació la emblemática escultura, que fue usada año con año en la fiesta de panquetzaliztli.

La fiesta de panquetzaliztli para conmemorar el mito

La pieza escultórica, colocada al pie del templo del lado dedicado a Huitzilopochtli, que representa al mítico cerro de Coatépec, era el lugar de la inmolación de múltiples cautivos de guerra y esclavos en la fiesta de panquetzaliztli, dedicada al dios solar y de la guerra, durante la cual se conmemoraba el combate entre Huitzilopochtli y Coyolxauhqui.

Matos Moctezuma narra que quienes serían inmolados subían pasando primero junto a la diosa decapitada y desmembrada para, finalmente, llegar a la parte alta, donde los sacerdotes repetían lo que el dios solar había hecho conforme al mito: la víctima capturada en combate era sacrificada y su corazón ofrendado, a la vez que su cuerpo era arrojado por las escaleras para caer sobre la escultura de Coyolxauhqui, en donde era desmembrado por quienes lo habían hecho prisionero.

Coyolxauhqui, de las pocas esculturas tenochcas que muestran la desnudez femenina

La escultura hallada en febrero de 1978 que representa a Coyolxauhqui desnuda y desmembrada, es una pieza de casi 8 toneladas y 3.25 metros de diámetro.

La pieza prehispánica ya era mencionada en las crónicas de Diego Durán, Tezozómoc y fray Bernardino de Sahagún, como parte del panteón mexica, pero fue hasta la década de los años 70 cuando se descubrió, y es la más grande de las seis esculturas de la deidad lunar que hasta el momento se han hallado. Además es de las pocas esculturas tenochcas que muestran la desnudez femenina.

Coyolxauhqui, diosa lunar
Foto: INAH

El monolito es de un material llamado andesita rosada, tiene forma de disco y se encontró de manera fortuita cuando una cuadrilla de la extinta Compañía de Luz y Fuerza laboraba a más de dos metros de profundidad en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina. Estaba cubierta por arenilla y un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la desenterró luego de permanecer en el subsuelo por 500 años. Fue uno de los hallazgos posteriores a los de 1971 y que se algunos han llamado románticamente «El regreso de los Dios» por haber coincidido con el aniversario de la caída de México-Tenochtutlán.

Esos hallazgos detonaron el Proyecto Templo Mayor, encabezado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, a partir del cual surgieron nuevos descubrimientos como una escultura de águila real de 1.06 metros de largo por 70 centímetros de ancho, encontrada en 2020 y que es la pieza más grande de su tipo hallada hasta ahora.

¿Cómo era en tiempos de los mexicas la escultura de Coyolxauhqui?

El estudio constante de la escultura circular de Coyolxauhqui han permitido tener una idea de cómo era en tiempos de los mexicas.

Los cinco colores que sobreviven en las porosidades de la piedra son el rojo que se obtenía de la amatita, el ocre de la geotita, el blanco de la calcita, el negro del humo y el azul maya de la combinación de hojas de añil y poligorskita. Todos ellos corresponden al patrón cromático del Templo Mayor.

Un estudio, publicado recientemente por la investigadora Lourdes Cué, explica que esos colores se localizan en los detalles como son los pezones azules, los manchones de rojo sangre en el tórax, el ojo enrojecido, como en los códices, y el penacho azul.

La especialista también menciona tres valores iconográficos en la Coyolxauhqui: Los caracoles que adornan sus tobilleras, que son emblema de los guerreros muertos y asociados al sacrificio y a entidades como el sol.

Otro es el tocado azul, color del cielo diurno y ámbito de Huitzilopochtli, y un tercer elemento son las falsas coralillos del cuerpo anillado atadas en diversas partes del cuerpo de la diosa. Estos réptiles se asocian a Cihuatéotl, que representaba a la mujer que moría en parto, pero en el caso de la deidad lunar las serpientes tienen dos cabezas, son las temibles maquizcoatl culebra mítica asociada a la muerte. Es la prueba más clara de una unión simbólica entre ambos hermanos a través de estas serpientes, el verdugo, el dios solar deja su signo sobre el cuerpo de Coyolxauhqui.

Foto tomada en la exposición Exposición temporal Moctezuma II. Tiempo y destino de un gobernante

Las otras representaciones de Coyolxauhqui

Hasta 2015 se conocían seis representaciones escultóricas de la diosa lunar mexica, según recuento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Entre la diversidad de descubrimientos logrados por el Proyecto Templo Mayor, existen algunos relacionados también con Coyolxauhqui.

No es casualidad que el proyecto haya dado luz sobre otras representaciones de la diosa lunar, pues de acuerdo con Leonardo López Luján, actual director del Proyecto Templo Mayor, en los vestigios exhumados entre 1978 y 1982 es fácil constatar que los mexicas agrandaron en 13 ocasiones el Templo Mayor de Tenochtitlán, cada vez que los mexicas emprendieron uno de dichos agrandamientos, emplearon mejores materiales constructivos y aplicaron técnicas de edificación más refinadas. Sin embargo, todo parece indicar que siempre fueron cuidadosos en repetir el mismo proyecto arquitectónico y el mismo programa iconográfico.

Esto significa que, pese a su crecimiento constante, el Templo Mayor nunca dejó de materializar al mítico cerro donde fue muerta Coyolxauhqui, pues se reprodujeron formas, símbolos e imágenes de culto en las sucesivas ampliaciones.

Una de ellas es la realizada en piedra de tezontle con la que armaron las piernas, brazos y tórax, y que corresponde a una fase constructiva anterior del Templo Mayor.

Otro ejemplo del arte mexica es la escultura monumental de diorita, que se encontró a mediados del siglo XIX, cuando se edificaba una casa en la calle de Santa Teresa, hoy Guatemala. La identificación la hizo el antropólogo Eduard Seler, quien vio los cascabeles de oro en las mejillas, portaorejeras y los plumones en el pelo destinados al sacrificio. Sus ojos entrecerrados corresponden a la deidad ya decapitada.

Otra representación de la diosa Coyolxauhqui. Foto: INAH

Una más de las esculturas de la diosa Coyolxauhqui es la que describió el maestro Matos Moctezuma en su estudio Las seis Coyolxauhqui: variaciones sobre un mismo tema, que se localiza en el Museo Peabody de Harvard. Se trata de una máscara de piedra verde. La pieza presenta los atributos de la Coyolxauhqui: los cascabeles sobre las mejillas, las orejeras y los plumones en el cabello.

El investigador emérito del INAH apunta en su texto que otro fragmento de piedra labrada que se encontró con parte del rostro, cabello y plumones de la diosa lunar, se encontró en la esquina suroeste del Templo Mayor de la etapa IV b, que fue excavada por Manuel Gamio en 1914, y posteriormente en 1948 por Hugo Moedano. La pieza erosionada fue identificada por el arqueólogo Felipe Solís, al igual que el monolito de andesita rosada descubierto en 1978, este último con ayuda de Gerardo Cepeda.

Durante sus trabajos de excavación en los años 80, el maestro Eduardo Matos Moctezuma halló fragmentos irregulares de la escultura, en la que se aprecian elementos correspondientes a la diosa, que podrían corresponder a la última etapa constructiva del Templo Mayor. En las partes se puede identificar una pierna, parte del cuerpo y largas plumas.

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