El mono araña aparece junto con el cacao en múltiples representaciones mesoamericanas. Para los mayas, el cacao es la segunda planta más venerada, sólo después del maíz, y su importancia llegó hasta el ámbito económico, pues las semillas se usaron a manera de moneda de cambio en los trueques.
Algo que se sabe es que los monos araña eran un vínculo fundamental en la fertilización del cacao y por ello aparecen en representaciones mayas acompañando al fruto y a la planta.
El cacao y los monos para los mayas
Al mono le atrae la pulpa dulce y sabrosa del cacao, el simio es un dispersor consuetudinario de las semillas, porque la consume y al defecarla la distribuye, por ello se le considera como un proveedor y dador del cacao, pues permite su ciclo natural. Desde esta perspectiva el pequeño primate se vincula con la fertilidad del cacao.
En el ámbito de lo simbólico, el mono estuvo además ligado a la glotonería, a la sexualidad y al placer en general; a su vez a la vida fácil, la danza, la música, las artes propias de la élite.
Dada la asociación del mono con la fertilidad de la planta, es posible que fuera sacrificado para solicitar a las deidades una buena cosecha del cacao, ese fruto preciado del que se hace el chocolate, señala Martha Ilia Nájera Coronado, del Centro de Estudios Mayas, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.
De esta práctica daría cuenta un incensario de Toniná, Chiapas. En esta pieza arqueológica se representa a un mono con una cuerda al cuello, de la cual cuelgan mazorcas de cacao. Sus ojos semicerrados y la lengua de fuera como si lo hubieran estrangulado en sacrificio.


El cacao y el maíz, estrechamente relacionados entre los mayas
La investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México recuerda representaciones mayas del período clásico, en las que las historias sagradas del maíz se unen con el cacao.
Por ejemplo, un cuenco de piedra grabado, proveniente de lo que hoy es Yucatán y resguardado en la Colección Dumbarton Oaks, muestra a un joven dios del maíz, de sus brazos y piernas crecen vainas de cacao.

Otra interpretación de la pieza, hecha por Mercedes de la Garza, indica que el personaje sería un gobernante ataviado con las características del dios del maíz.
«En la primera escena el dignatario señala el vaso de cacao y mantiene el ojo semicerrado; en la segunda ya ha bebido el cacao y está tendido boca abajo flotando en las aguas del inframundo. El ojo lo mantiene muy abierto en una expresión de éxtasis por haber logrado la «visión»; entonces, el contenido del vaso sería de cacao compuesto con alguna flor que le produjo el estado alterado de conciencia».
La leyenda maya del cacao
La leyenda de la creación del maíz ha logrado llegar por diversas fuentes desde tiempos prehispánicos hasta nuestros días, sin embargo, esto no pasa con el cacao, a pesar de haber sido entre los mayas la segunda planta más venerada.
Ante ello, Martha Ilia Nájera Coronado, del Centro de Estudios Mayas, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM propone un «mito» que explicaría cómo llegó el cacao de los dioses a los hombre.
La leyenda que propone Nájera está fundamentada en el estudio de los relieves del Grupo de la Serie Inicial, ubicado en Chichen Itzá, una zona aún cerrada al público y que incluye la Casa de los Monos. la Casa de Falos, la Casa de los Búhos y la Casa de los Caracoles, entre otras.
La propuesta de la investigadora de la UNAM también se basa en el altamente probable vínculo mítico entre el maíz y el cacao, dado la cercanía que entre ambos se ha encontrado en diferentes vasijas, platos y otras piezas arqueológicas.
La leyenda o mito del cacao contaría entonces, como una deidad celeste ubicado sobre una banda celeste, que se observa en la Casa de los Falos, es el dador de los alimentos. El dios deja caer las mazorcas de cacao en medio del bullicio de la creación.


El espacio de la creación es un lugar lleno de abundancia en el que no podían faltar los grandes árboles de cacao del tiempo de los orígenes, que se levantaban cargados de mazorcas, como los que se observan en la Casa de los Búhos.
De estos árboles, el dios K’awiil obtiene sus riquezas, entre ellas el cacao, como se ve en la tapa de la Bóveda de la Casa de los Búhos.

El mono que ama comer cacao, lo roba de un árbol y lo come. Al defecar esparce las semillas, de forma que el primate se convierte en intermediario entre el mundo divino y el humano.

Luego, se envió al pájaro carpintero a que le abriera el vientre para obtener el grano, relata la historiadora.