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Mictlantecuhtli, la catrina y el verdadero origen de la tradición mexicana de burlarse de la muerte

Noviembre se viste de color y la algarabía llega con el día de muertos en México, esa tradición mexicana de burlarse de la muerte, una muy peculiar expresión que tanto asombra en el extranjero.

Hoy en día podemos ver entremezclados elementos que recuerdan los orígenes prehispánicos de México con tradicionales personajes de la temporada, como son la catrina y los esqueletos impresos, en figuras de alfeñique, papel picado y dulces de chocolate y amaranto.

Sin embargo, algunos investigadores consideran importante distinguir entre la banalización mercantil, que no existe relación entre la cosmovisión indígena y la tradición posrevolucionaria de burlarse de la muerte.

El verdadero origen de la tradición mexicana de burlarse de la muerte

Lejos de lo que se puede pensar, el mito de la cercanía con la muerte, de una muerte amada y siempre burlada no se remonta más allá de los años 20 del siglo pasado, señala Carlos Navarrete, arqueólogo guatemalteco e investigador de la UNAM, autor del libro San Pascualito Rey en Chiapas.

Explica que en medio de la fundación y mística revolucionaria que buscaba la razón y el ser nacionales, se revaloron las artes populares. Especialmente la obra gráfica de José Guadalupe Posada, quién dio vida a la Garbanzuda, hoy mundialmente conocida como La Catrina

La catrina, Diego Rivera y el origen de la pintoresca tradición mexicana de reírse de la muerte

Calaveras de azúcar, esqueletos de papel picado y catrinas impresas se convertirían, impulsadas por la formación de una cultura nacionalista, en ancestros ejemplares y fuente de inspiración de una iconografía que inunda cada noviembre calles, casas, panaderías, mercados y panteones.

En las décadas siguientes a la Revolución, intelectuales como Diego Rivera y Gabriel Fernández Ledesma difundieron la nueva estética del más allá y expandieron el mito de que la muerte poco o nada de temor infunden a los mexicanos, señaló por su parte el arqueólogo e investigador del Colegio de México Leonardo López Luján.

No ha faltado quién ha querido encontrar en los hilos de la continuidad histórica una larga tradición indígena de las calaveras sonrientes y amistosas, recuerda y añade que Carlos Navarrete y Carlos Monsivaís coincidían en ello.

Mictlantecuhtli y la visión mesoamericana de la muerte

La religión mexica o la maya no tienen nada equivalente a la visión terrorífica de la herencia católica tras la muerte, es decir, el infierno como lugar de castigo en el que terminar.

Para los indígenas prehispánicos existían personajes como Mictlantecuhtli, dios de la muerte en la cultura mexica, que no inspiraban terror, pero sí respeto. Pero ello no quiere decir que antes de la llegada de los españoles no se tuviera miedo a la muerte.

Las complejas visiones prehispánicas respecto a la muerte incluyen dioses con rasgos contradictorios.

Por ejemplo los dioses del inframundo o Mictlán tienen un carácter aterrador en los códices, donde aparecen en escenas de destrucción y sacrificio.

códice que representa a Mictlantecuhtli.
En los códices se representaban escenas de sacrificio en honor a Mictlantecuhtli.

De manera sorprendente estos seres también desempeñan funciones generativas tanto en el mundo vegetal como en la concepción y nacimiento de los seres humanos

Los seres del Mictlán también asistían en los momentos del parto

Sin embargo, el señor del inframundo y dios de la muerte Mictlantecuhtli no era un ser esquelético como las famosas figuras que ahora adornan el día de muertos, sino que era un ser semidescarnado, es decir, durante el proceso de descomposición de su cuerpo.

Está representado en muchísimos códices y documentos pictográficos, entre ellos destacan dos esculturas de Mictlantecuhtli halladas en la Casa de las Águilas en el Templo Mayor de la Ciudad de México.

La vida y la muerte en Mesoamérica

Pocas divinidades pueden compartir con el dios de la muerte, el lugar de preminencia en el pensamiento Mesoamericano. La presencia del ser semidescarnado se encuentra desde el arte de Tlatilco. Es una visión cíclica del devenir, una dualidad y sucesión eterna entre la vida y la muerte.

En el período preclásico proliferan las imágenes de este  ser muchas veces esquelético como en la estela de Isapa, Chiapas.

Es para el período clásico cuando se reproducen por doquier las deidades del inframundo y sus símbolos, adquieren formas ortodoxas, destacan por su belleza las esculturas de soyaltepec o la mixtequilla, la única excepción talvez, quizá es Teotihuacán donde las representaciones de la muerte son relativamente escasas.

En el caso de la cultura maya, son plasmados por doquier calaveras, mandíbulas, huesos cruzados, los ojos de la noche y el llamado signo de división.

[foto: sarcófago de pakal y representaciones de la muerte]

Es hasta el posclásico cuando la imagen completa del dios Za, divinidad de la muerte maya, se convierte junto con otros dioses en los más recurrentes de los códices.

[Foto: periodo posclásico, representación del dios de la muerte maya]

Es en el mundo náhuatl, en la plástica de esta cultura, donde se representa de manera magistral la extinción física de la vida, se reproducen las placidas facciones y posturas del individuo fallecido, y se representan cráneos, deidades terroríficas que hablan del temor de los creyentes.

[foto: plástica náhuatl de la muerte]

Mictlantecuhtli también era conocido como Sontemoc, Neztepehuatl… y no era la única deidad de la muerte adorada por los mexicas. Aunque de menor importancia, pertenecían a este mismo complejo: Cihuatéotl, Mictecacíhuatl, Yohualtecutli, Tlaconahuacatl, Yuacihuatl.

Sabemos que las imágenes una vez bañadas con sangre fueron rodeadas de mandíbulas humanas cuando se iba a construir la siguiente etapa, en un ritual de clausura, de cierre de ciclo, y se empezó a construir la tercera etapa.

Cihuatéotl, una figura de esta deidad apareció bajo casa boquer en la calle Isabel la Católica en el centro histórico mientras que Mictecacíhuatl, que es del valle de Toluca, ahora se encuentra en el bosque de Chapultepec.

En los túneles de la casa de las águlas, también se hallaron pinturas muy similares a las representadas en el códice: los cráneos, el sontecomatl, con los huesos cruzados

[Foto: Cihuateotl, otro díos mexica de la muerte]

Junto a los seres descarnados también hay animales como el murciélago, el escorpión, el búho y la araña, seres noctunos, eran muy temidos en la cosmovisión.

La importancia de Mictlantecuhtli también se encuentra en el calendario solar, de 365 días se hace presente en varias veintenas. Y en el ciclo adivinatorio de 260 días aparece como el sexto señor del día y el quinto señor de la noche. Es patrón del día perro, de la trecena que inicia en uno cuchillo y su imagen es el signo del día muerte

[foto: día muerte mexicas]

En el códice Borgia, hay una lámina donde se ve a Mictlantecuhtli y Quetzalcóatl representados como opuestos complementarios como la muerte y la exhalación de vida que forman ese ciclo básico del universo.

En la cosmovisión mesoamericana funcionan como verdaderos ciclos en los que se suceden la vida y la muerte. En diversos códices se puede apreciar la presencia de Mictlantecuhtli en escenas relativas al embarazo, el nacimiento y la lactancia como una sucesión en la vida.

Se le ve ayudando a cortar el cordón umbilical.

Una más era los accidentes, como cuando los individuos se despeñaban y lo representaban en códices, en los cuales se daba cuenta del abuso de pulque.

[fotos: mictlanthcutli en codices de embarazo y vida1,2 y3]

En otras escenas, por ejemplo del códice Viena (foto3) hay seres de rasgos esqueléticos y son las deidades que generan la descendencia, la diosa del pulque y la milpa personificada, están haciendo que el maíz germine.

La muerte engendra y fomenta la vida. La contraparte es que por más facultades generativas que Mictlantecuhtli pueda tener, es el carácter temible el que predomina en la cosmovisión prehispánica. Pues en los códices y en otros hallazgos arqueológicos se le ve con ojos refulgentes hechos de ematita, acompañados con grandes cuchillos de pedernal que hacen las veces de nariz o lengua.

[foto: mictlantehcutli temible]

En algunos casos ayuda al enterramiento mismo del bulto mortuorio. Se ve a la diosa tlaltecutli en su forma reptiliana abriendo sus fauces para recibir el bulto.

[foto: mictlantecutli ayuda a entierro]

El dios de la muerte es ante todo un devorador insaciable de carne y sangre humana. El códice florentino señala:

“Nuestra madre, nuestro padre Mictlantecuhtli permanece con gran sed de nosotros, con gran hambre de nosotros, permanece jadeando, permanece insistiendo”.

[foto: mictlantecutli códice florentino]

En aquella época la esperanza de vida era de 40 a 45 años, quien llegaba a los 52 años en el ciclo de 360 días o a los 73 en el ciclo de 260, era un ser excepcional con mucho calor en su cuerpo, al que se le permitía refrescarse con pulque en abundancia.

[vejez, muerte entre prehispánicos]

Otra forma de morir era anticipada por enfermedades, con las epidemias que llegaron con los europeos.

[accidente, muerte entre prehispánicos]

Una más era la muerte por asesinato, esta es muy interesante xq se aplicaba a los malos gobernantes, una de las formas en que se solucionaba era ayudarles a morir como fue el caso de Chimalpopoca, Tizoc, zuzumatzin de Coyoacán que no permitía construir un acueducto desde las fuentes de huitzilopochco en Churubusco, lo ayudaron a morir y los mexicas pudieron construir su acueducto.

[foto: asesinato de gobernantes]

También se provocaba la muerte con cuerdas o palos a los delincuentes. En el caso de los borrachos y adulteros por lapidación.

[foto: muerte por adulterio]

La muerte más común, tal vez, era la de los guerreros que caían en combate. Hubo casos de guerreros enemigos que eran capturados, y orgullosos, antes de perder su dignidad asistiendo al ejercito vencedor, recurrían al suicidio.

[muerte por suicidio de guerrero]

Otra también común era el sacrificio a dioses, muchas modalidades en una cosmovisión que valoraba mucho la muerte de individuos para vivificar al sol y a la tierra.

[muerte por sacrificio]

Las vidas de ultratumba

La mayoría de los autores coinciden en que los pueblos prehispánicos carecían de una doctrina de salvación. El lugar al cual iban las almas se determinaba por el tipo de ocupación que tuvieron en vida o el género de su muerte y no por la conducta que los individuos tuvieron en vida.

Por ejemplo al chichihualcuauhco o árbol de las mamas al cual iban a prenderse los bebés que habían muerto en la etapa de lactancia, antes de haber consumido el maíz. A ellos se les daba una segunda oportunidad de tener una vida más.

[a donde van las almas bebés]

En tanto al Tonatiuh-ichan, la casa del sol, iban las almas de varones que morían en batalla como las mujeres que morían en el primer parto, eran considerados ambos como héroes. Asistían al sol, los hombres desde su nacimiento hasta el cenit y las mujeres del cenit al ocaso, donde el sol era recibido por los mictecah, los seres de la muerte.

[a donde iban las almas-tonatiuh]

Otro lugar era el Tlalocan, el mundo de Tlaloc, ahí se dirigían quienes morían por causa acuática, tocados por un rayo o por enfermedad como la hidropecia.

[a donde van las almas tlalocan]

Los adulteros iban a Tlazolteotl y borrachos iban al Ometochtli, según Alfredo Lopez Austin

[a donde van las almas borrachos y adulteros]

El lugar del inframundo más conocido era el mictlán, allá se dirigían todos los que morían de muerte de la tierra, una muerte natural.

En el códice Vaticano A o en los documentos saguntinos se

La casa de las águilas

Fue descubierto en la primera temporada del proyecto Templo Mayor, coordinada por Eduardo Matos Moctezuma. Inició con la demolición de edificios que ocupaban el área, eran construcciones neocoloniales del siglo XX

Francisco Hinojosa, con la anuencia de Matos Moctezuma, realizó una serie de pozos en la casa de las águilas, dio con una serie de cuartos espectaculares, una construcción de estilo neotolteca, cuartos con banquetas, relieves, esculturas y pinturas murales.

Uno de los hallazgos más espectaculares  es un par de esculturas que representan a personas vestidas con traje de águila, en un primer momento fueron identificados como guerreros águila. Flanqueaban el acceso al ala este de la casa de las águilas.

Tras ellas aparecieron una serie de banquetas decoradas (que en el momento del descubrimiento, un diario lo publicó como si fuera el trono de Moctezuma) y un par de braceros de Tláloc lleno de lágrimas.

Posteriormente en los años 90 se realizaron nuevas excavaciones, con Luis Barba Piñaron del instituto de Investigaciones antropológicas de la UNAM, con quien se realizaron pruebas microquímicas, a cada metro se tomaban muestras de piso de estuco, en total se hicieron 500 muestras. Con lo que se buscaba saber qué actividades se llevaban a cabo en la Casa de las Águilas.

Revelaron que  frente a los altares, en los accesos, frente a los braceros de Tláloc se llevaban a cabo una gran diversidad de ceremonias.

Un estudio geofísico, por su parte, buscaba saber qué existía debajo de la Casa de las Águilas. Se descubrió que bajo la construcción que se estaba estudiando, correspondiente a la etapa dos, había una etapa constructiva anterior de 1427 d.C. También se hallaron sistemas de drenaje y ofrendas enterradas.

Dones que los mexicas dieron a sus dioses, entre ellos el dios del fuego, un cegatón y desdentado que presidía la ofrenda y una vasija de Tláloc, siempre esa dualidad de opuestos complementarios.

Registros murales también hallaron una bellísima pintura, bautizada por uno de los estudiantes como pitufos, porque tiene personajes pintados con azul maya, es un documento valiosísimo, dado que en la actualidad no se cuenta con códice mexicas.

También se registraron metros y metros de banquetas, imitaciones de las de Tula, 300 o 400 años después de la desaparición de la capital Tolteca.

[foto: casa de las águilas, imitación arte en tula]

El 7 de agosto de 1944 en excavaciones en el ala norte se halló, donde se pensaba que se podrían encontrar esculturas de jaguar, por ser el complementario del águila, un rostro de cerámica, pertenecía a un ser semidescarnado, mostraba descarnada la boca, la mandíbula y los dientes, con prominentes orejas, brazos y piernas con partes blandas, flanqueaban el acceso al ala norte. Eran dos figuras

[foto: casa de las aguilas, ser semidescarnado del ala norte]

Las dos figuras estaban completas, pero rotas por la baja temperatura a las que habían sido cocidas en el siglo XV, y por la enorme presión que ejerció el edificio que se encontraba sobre la casa de las águilas, por los terremotos y las vibraciones del tráfico vehicular. Los fragmentos fueron llevados al laboratorio del Templo Mayor y durante un año se les intervino para reconstruir las figuras.

Se les colocó una estructura de metal que soportó 128 kilos década escultura de 174 centímetros. En las manos flexionadas, muestra las garras, en posición de ataque. En la cabeza tiene decenas de perforaciones, de la caja torácica pendía un órgano prominente, tenían una capa pictórica fina en mal estado de conservación que pese a ello se ha podido identificar.

El personaje de la izquierda era azul y el de la derecha era negro.

Se trataba de dos esculturas de Mictlantecuhtli, señor del mundo de los muertos, no se halló el cabello rizado, propio de las deidades del inframundo y de la tierra, deducen que alguna vez lo tuvo en las perforaciones de la cabeza.

Las esculturas tenían círculos amarillos, en la iconografía azteca y maya, los círculos amarillos o negros eran símbolo de putrefacción.

El hallazgo de Mictlantecuhtli llevó a replantear la concepción de las dos primeras figuras halladas en la Casa de las Águilas, siguiendo el patrón de los opuestos complementarios, y dado que la identifación del señor de la muerte era evidente, se replanteó que las primeras dos figuras no eran guerreros águila, sino el mismísimo sol, en el momento de emprender su vuelo.

La arcilla y los desgrasantes usados para la elaboración de las esculturas de mictlantecutli provienen de la propia isla de Tenochtitlán o sus alrededores. Estaba formado de seis piezas ensamblables.

Uno de los hallazgos más reveladores fue una capa rugosa de color oxido que cubría las esculturas desde la cabeza hasta la base de la espalda. Los arqueólogos pensaron que era una especie de fluido que corrió desde la cabeza. Se hicieron estudios de antropología molecular con la UNAM, pensaban que se trataba de un fluido sanguíneo, identificaron gran cantidad de hierro y vitaminas, lo que confirmó que se trataba de restos de hemoglobina y eritrocitos humanos, componentes de la sangre.

Correspondería a una escena retratada en el códice Magliabechiano que actualmente está en Italia. El códice turtudela que está en Madrid muestra una imagen análoga muy parecida, se ve a un sacerdote en una escalera vertiendo sangre sobre la cabeza a una imagen parecida al Mictlantecuhtli hallado en la casa de las águilas. 

[foto: casa de las águilas mictantecutli códice]

La sangre tenía, en la cosmovisión mesoamericana, cualidades fortalecedoras y vivificadoras y muchas veces no sólo se salpicaba las imágenes, sino que en los labios se les unta a las imágenes divinas, esta práctica incluso sigue vigente entre los indígenas por ejemplo de Guatemala.

El códice Magliabechiano dice textualmente: “esto hacían porque este diablo les fuera favorable al tiempo de su muerte, de cuya memoria ponían a sus pies de este demonio muchas calaveras y huesos de muertos, significando que era señor de la muerte, quien estando ofrecida esta sangre, ponían un escalero detrás de él y subían por ella y derramabansela encima de la cabeza”.

Es sorprendente cómo el estudio arqueológico, el estudio químico y el documento histórico permiten reconstruir lo que ocurrió en aquella época.

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La Noche Triste: Hernán Cortés huía de Tenochtitlán con este lingote de oro

Durante la llamada Noche Triste los aztecas propinaron un duro golpe a los españoles conquistadores, lo que los obligó a salir huyendo de Tenochtitlán. Hernán Cortés y sus huestes llevaban consigo objetos valiosos saqueados de los tesoros mexicas, entre ellos un lingote de oro que hoy en día se exhibe en el Museo Nacional de Antropología.

Este tejo de oro es el único testimonio arqueológico de la llamada Noche Triste, episodio histórico previo a la caída de la ciudad México-Tenochtitlán y que este 2021 autoridades capitalinas renombraron como Noche Victoriosa al cambiar el nombre de la plaza donde se ubica el árbol ahuhuete en el que lloró Hernán Cortés. El sitio ahora se llama Plaza de la Noche Victoriosa.

¿Cómo es la barra de oro con la que huía Cortés la Noche Triste?

Estudios realizados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en colaboración con el doctor José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física (IF) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), permitieron confirmar la composición exacta de la pieza:

  •  76.2 ± 1% de oro
  • 20.8 ± 1% de plata
  • 3.0 ± 0.5% de cobre

La composición química del lingote de oro permite confirmar que es una pieza originaria de los tesoros aztecas, ya que tiene menor porcentaje de cobre, como otras piezas del valioso metal recuperadas de excavaciones del Templo Mayor.

Ese detalle diferencia a los objetos de oro de los mexicas de los de los mayas, como los extraídos del Cenote Sagrado de Chichén Itzá o los de los mixtecos de los Valles Centrales.

Las características de la barra metálica coinciden con bastante exactitud a las referidas en fuentes históricas de la época colonial. La pieza concuerda con las descritas por Bernal Díaz al hablar de los tejos de oro que se obtuvieron de la fundición del “Tesoro de los antepasados de Moctezuma”.

El lingote pesa 1.930 kg y mide 5.4 centímetros.

“Bernal refiere que los tejos medían tres dedos de ancho, equivalente a 5.4 cm, y aunque no lo crean, eso mide el lingote hallado en 1981”.

Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor (PTM)

Asimismo, en el Códice Florentino se asienta e ilustra que, una vez infringida la derrota a los españoles y sus aliados en la Noche Triste, los mexicas regresaron a los canales a buscar los objetos saqueados y es curioso que, uno de ellos aparece portando una espada en la mano derecha y un barrete de oro en la izquierda”.

¿Dónde se encontró el oro?

El hallazgo de la barra de oro, con la que huían Hernán Cortés y sus hombres de Tenochtitlán la Noche Triste, ocurrió el 13 de marzo de 1981, al norte de la Alameda Central de la Ciudad de México, lugar que corresponde a la ruta de la célebre fuga de los españoles.

El descubrimiento se concretó durante la construcción de la Banca Central (Bancen), en las inmediaciones de Avenida Hidalgo, en lo que hoy corresponde a los terrenos donde se asienta el Sistema de Administración Tributaria (SAT).

canal de Toltecaacaloco, donde está el SAT y se encontró oro que se llevaba hernán cortés
Así luce hoy lo que fue el canal de Toltecaacaloco, por donde huyó Cortés la Noche Triste y ubicación del SAT. Foto: Colegio Nacional

Uno de los trabajadores, Francisco Bautista, quien falleció en 2019 y tuvo la oportunidad de participar después en varias excavaciones arqueológicas, lo encontró a 4.80 m de profundidad y se encargó de entregarlo a los arqueólogos.

La ubicación del hallazgo concordaba con el camino seguido por Cortés y sus hombres en la Noche Triste: el canal de Toltecaacaloco; quedando sepultado en su lecho, hasta que casi 460 años más tarde fue descubierto por don Francisco. El tejo de oro llegó a las manos del director general del INAH, Gastón García Cantú, quien a su vez le informó al mandatario López Portillo.

¿Cómo inició la historia de la barra de oro mexica?

La historia de la barra de oro que hoy se encuentra en el Museo Nacional de Antropología e Historia inició el 8 de noviembre de 1519, es la historia de cómo Hernán Cortés encontró el tesoro de Moctezuma y cómo se decepcionaron los españoles que participaron en la conquista de México.

El 8 de noviembre de 1519 los españoles y sus aliados indígenas entraron a la ciudad de Tenochtitlán. Fueron recibidos por el emperador Moctezuma y su corte con regalos, estuvieron hospedados por meses en las famosas casas viejas de Axayácatl, padre de Moctezuma, ubicado en lo que es hoy el Monte de Piedad y donde los trabajos arqueológicos han permitido encontrar un relieve de águila real.

De acuerdo con las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, que participó en la expedición, en su obra Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España, Cortés ordenó a dos de sus hombres que instalaran un altar católico, al tratar de cumplir la encomienda, se dan cuenta de que existe un muro reciente que clausuraba una puerta.

Al poner la puerta la descubierto los españoles encontraron el llamado Tesoro de Moctezuma, que si bien era un tesoro para los aztecas, no era un cúmulo de oro como esperaban los españoles. El tesoro para los mexicas se entregaba de tlatoani en tlatoani y no se podía tocar, cada nuevo emperador tenía la misión de incrementarlo.

¿En qué consistía el Tesoro de Moctezuma? Los mexicas no hacían objetos de oro, tenían piezas que llevaba oro: maderas finas, plumas iridiscentes, telas de tejido fino de algodón que tenían oro incorporado, pero no había lingotes, cruces o monedas de oro.

¿Siempre tuvo forma de barra?

El lingote de oro con el que huían Hernán Cortés y sus hombres durante la Noche Triste, habría sido fundido entre 1519 y 1520”, detalló el doctor Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor (PTM), iniciativa arqueológica del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El lingote se formó con parte del oro que los españoles quitaron de los objetos del Tesoro de Moctezuma. Las crónicas señalan que dicha labor les tomó tres días, y que algunas piezas ya sin el oro fueron rescatadas por los tlaxcaltecas, aliados de Cortés.

Las conclusiones a las que han llegado los arqueólogos es que el lingote, hallado en lo que hoy es el SAT, fue elaborado entre noviembre de 1519 y junio de 1520, por los “plateros” de Moctezuma que residían en Azcapotzalco, y que fueron llevados a Tenochtitlán para fundir el oro bajo la supervisión y los estándares de los conquistadores españoles.

El lingote se confeccionó en las Casas Viejas de Axayácatl, fundiendo “un conjunto de joyas e insignias de orfebrería mexica”, a una temperatura de 950° C.

“Las piezas mexicas fundidas procederían del ‘Tesoro de los antepasados de Moctezuma’, hallados por los españoles en el Teucalco (Casas Viejas de Axayácatl) o, quizás, del oro obtenido como botín de guerra en los almacenes reales de Petlacalco, las armerías del Tlacochcalco o los talleres artesanales del Totocalli”.

Leonardo López Luján

El oro azteca resultó ser una decepción para los españoles, pues pese a haber torturado a Cuauhtémoc, el último emperador azteca al quemarle los pies, no lograron que confesara la ubicación secreta de más oro.

El arqueólogo López Luján explica que eso ocurrió porque simplemente no había más oro.

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Palacio azteca Axayácatl, descubierto en el Monte de Piedad

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Foto: INAH

El palacio azteca Axayácatl fue descubierto bajo los pisos del Nacional Monte de Piedad en la Ciudad de México. Los restos del importante palacio de Tenochtitlan reviven la muerte del emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin, posiblemente ocurrido el 29 de julio de 1520.

Junto con los restos del palacio Axayácatl se descubrieron vestigios de una casa construida bajo las órdenes de Hernán Cortés, mediante la reutilización de los materiales de la edificación azteca.

Las excavaciones de arqueólogos del INAH dieron como resultado el hallazgo de pisos de lajas de basalto, los cuales debieron integrar parte de un espacio abierto del Palacio de Axayácatl, gobernante que dirigió los destinos de Tenochtitlan entre 1469 y 1481.

Los vestigios del palacio Axayácatl se hallaron debajo del firme de la casa virreinal, a más de 3 metros de profundidad. Se trata de piso de lajas de basalto, pero de época prehispánica. Dadas sus características, los expertos sostienen que formó parte de un espacio abierto del antiguo Palacio de Axayácatl, probablemente, un patio.

Los restos de la casa que está por encima del Palacio azteca corresponden al periodo virreinal temprano (1521-1620 d.C.).

A la edificación colonial corresponden los restos de una habitación hecha con sillares de basalto y tezontle —de 5 por 4 metros—, cuyo desplante partía de un piso de lajas de basalto. Análisis posteriores permitieron concluir que ésta fue la morada de Hernán Cortés, una vez caída México-Tenochtitlan, en 1521.

Los especialistas hacen hincapié en que los vestigios de la naciente época virreinal corresponden a materiales reutilizados de las Casas de Axayácatl que, al igual que otras estructuras del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, fueron destruidas por los españoles y sus aliados indígenas, casi hasta sus cimientos.

Ejemplo de lo anterior es que, empotrados en la fachada de la esquina interior sureste del cuarto colonial, se detectaron dos sillares prehispánicos trabajados en altorrelieve que representan una serpiente emplumada (Quetzalcóatl) y un tocado de plumas, los cuales debieron pertenecer a un panel del Palacio de Axayácatl. Así también, formando parte un fuste, se registró otra escultura mexica con el glifo que simboliza el tianquiztli o mercado.

Algunos de los materiales diagnósticos, los cuales permiten fechar de forma preliminar estos hallazgos, son restos de cerámica prehispánica y colonial, cuyos tipos (estilos) corresponden a los periodos históricos referidos: Azteca III: Anaranjado Monocromo, Negro sobre Anaranjado y Loza Texcoco Bruñida; además de loza vidriada y mayólica española y novohispana.

El Palacio Axayácatl, donde los aztecas hospedaron a Hernán Cortés

El Palacio Axayácatl, ubicado bajo los pisos del Nacional Monte de Piedad, fue donde los mexicas dieron hospedaje al conquistador español Hernán Cortés a su llegada a la ciudad de Tenochtitlan.

Dentro de los muros de las Casas Viejas de Axayácatl acaecieron algunos de los episodios más decisivos de la conquista de México-Tenochtitlan, como la muerte del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, posiblemente, el 29 de junio de 1520; giros inesperados que minaron la relación entre mexicas y españoles hasta desencadenar la confrontación abierta, señaló el INAH.

Ese espacio, el cual habitó el español por algunos años, también sería la sede del primer Cabildo de la Nueva España (hacia 1525) y del Marquesado del Valle de Oaxaca, concedido al conquistador cuatro años después.

Casas Viejas del Palacio Axayácatl muestran la destrucción que causaron los españoles

Raúl Barrera, también investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, reflexiona que existen testimonios materiales que resultan elocuentes por su escasez, y es el caso de los recientes descubrimientos en el Nacional Monte de Piedad, los cuales “hablan” de la destrucción a la que fueron sometidos los edificios principales de Tenochtitlan, tanto con fines simbólicos como prácticos.

Pasajes de la historia de los mexicas en el Palacio Axayácatl

Pese a la humildad de estos testigos, esos pisos prehispánicos fueron los mismos por los que deambularon los invasores españoles y sus aliados a su llegada a Tenochtitlan, el 8 de noviembre de 1519. Moctezuma II les permitió alojarse en las casas viejas que habían pertenecido a su padre y, al poco tiempo, las convirtieron en su cuartel.

Estando en ese palacio, diversos hechos se suscitaron; por ejemplo, adecuaron una habitación para dar misa y, ahí mismo, mantuvieron cautivos a varios gobernantes, empezando por quien fuera su anfitrión: Moctezuma Xocoyotzin; Cuitláhuac, señor de Iztapalapa; Cacamatzin, tlatoani de Texcoco, e Itzcuauhtzin, señor de Tlatelolco, entre otros.

Luego de que el 22 de mayo de 1520, por orden de Pedro de Alvarado, se suscitó la matanza de la fiesta de Tóxcatl, en el Templo Mayor, los españoles se replegaron y regresaron al Palacio de Axayácatl. Ese hecho desató el enojo de los mexicas y, hacia finales de junio de ese año,  sitiaron a los invasores en ese inmueble. Hernán Cortés quiso contener la furia a través de Moctezuma, quien desde la azotea intentó aplacarlos, pero los esfuerzos fueron en vano, pues su hermano Cuitláhuac era el nuevo gobernante.

La noche del 30 de junio de 1520, los españoles huyeron a Tlaxcala por la calzada de Tlacopan (hoy Tacuba), dejando atrás las Casas Viejas de Axayácatl.

 Casas de Cortés

Tras la caída de Tenochtitlan, los mexicas sobrevivientes fueron obligados a destruir, con sus propias manos, sus templos y palacios y, con los mismos materiales, a levantar la nueva ciudad. Las Casas Viejas de Axayácatl darían lugar a las Casas de Hernán de Cortés, las cuales fueron también sede temporal del primer Cabildo de la Nueva España, hacia 1525, y del Marquesado del Valle de Oaxaca, título nobiliario para hacerse cargo de una especie de gobierno, concedido por sus servicios a la Corona española, en 1529.

A la muerte del conquistador, en 1547, sus descendientes mantuvieron la propiedad. Martín Cortés Zúñiga, su hijo, heredó el marquesado, pero, en 1566, al verse involucrado en una conspiración que pretendía apoderarse del gobierno de la Nueva España, fue expulsado del virreinato. Las casas y el extenso terreno quedaron en manos de un apoderado legal y, ya en malas condiciones, fueron vendidas al Sacro Monte de Piedad, en 1836.

La rehabilitación del Monte de Piedad permitió descubrimiento del Palacio azteca Axayácatl

El Monte de Piedad es uno de los edificios más emblemáticos del primer cuadro de Ciudad de México, ubicado a un costado de la Catedral Metropolitana.

En las últimas dos décadas y aprovechando obras de rehabilitación en la casa matriz de esa institución, diversos expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han hallado retazos de la antigua residencia del padre de Moctezuma II, cuyos descubrimientos más recientes se registraron durante las intervenciones arqueológicas encabezadas por Raúl Barrera Rodríguez y José María García Guerrero, responsable y colaborador, del Programa de Arqueología Urbana (PAU), respectivamente.

Tras una inspección con motivo de trabajos emprendidos en la mitad norte del inmueble histórico, el personal del PAU efectuó un salvamento arqueológico entre los primeros días de septiembre de 2017 y mediados de agosto de 2018, concentrándose en el patio principal y un cuarto adyacente. Cabe mencionar que el proyecto continúa en la fase de investigación.

La intervención arqueológica en el Monte de Piedad

El responsable del PAU, Raúl Barrera, y su colaborador José María García, explican que excavaron 12 pozos de sondeo —de 2 metros por lado y 1.50 m de profundidad— en torno al patio principal del Nacional Monte de Piedad, donde se efectuaban obras para reforzar las columnas que lo delimitan y soportan el primer nivel del edificio.

A través de los pozos, en los lados norte, este y oeste, se localizaron restos de un muro de piedra y argamasa —de 1.50 metros de alto por 1.25 m de ancho—, el cual sirvió de cimiento y desplante para una serie de columnas del inmueble edificado hacia 1755, lo que permite deducir que el patio central fue originalmente más amplio. También, en la sección oeste de este mismo espacio se encontraron los desplantes: basas y un fuste de otras columnas de la época virreinal temprana.

Sin embargo, las principales sorpresas aguardaban en el cuarto adyacente: los arqueólogos del PAU tuvieron la oportunidad de realizar una excavación extensiva, la cual permitió ubicar los restos de una habitación hecha con sillares de basalto y tezontle —de 5 por 4 metros—, cuyo desplante partía de un piso de lajas de basalto. Análisis posteriores permitieron concluir que ésta fue la morada de Hernán Cortés, una vez caída México-Tenochtitlan, en 1521.

Por debajo del firme de la casa cortesiana, a más de 3 metros de profundidad, se detectaron los restos de otro piso de lajas de basalto, pero de época prehispánica. Dadas sus características, los expertos sostienen que formó parte de un espacio abierto del antiguo Palacio de Axayácatl, probablemente, un patio.

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Mexicas practicaban canibalismo ritual

Restos óseos con marcas de corte y exposición al fuego han permitido corroborar que gobernantes, sacerdotes y algunos guerreros mexicas practicaban el canibalismo o antropofagia ritual en el periodo Posclásico (900-1521 d.C), informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Cráneo que muestra marcas de corte. Foto: INAH
Cráneo que muestra marcas de corte. Foto: INAH

La conclusión deriva de investigaciones del arqueólogo Gabino López Arenas en cráneos, tibias, peronés, húmeros y mandíbulas localizados en ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan y otros recintos aledaños al centro histórico de ciudad de México.

«Se observó que a las víctimas inmediatamente después de ser inmoladas se les descarnaba, ya que una gran cantidad de partes óseas presentaba cortes o alteraciones que fueron hechas en hueso fresco y huellas de que estuvieron expuestas directamente al fuego», afirmó López Arenas.

Restos óseos muestran exposición prolongada al fuego.
Restos óseos muestran exposición prolongada al fuego.

Comunión con la divinidad

El especialista comentó que la práctica de la antropofagia tenía como propósito «absorber la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados».

Para los indígenas mexicas o aztecas, «las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban y, al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad», abundó.

López Arenas citó en su estudio al escritor español Francisco Cervantes Salazar, quien detalló que piernas y brazos eran las porciones más apreciadas y las que con mayor frecuencia se consumían en el ritual de la antropofagia.

Piernas y brazos eran las porciones más apreciadas. Foto: INAH
Piernas y brazos eran las porciones más apreciadas. Foto: INAH

Carne humana no era para todos los aztecas

El arqueólogo señaló que la carne de los sacrificados era ingerida en determinadas ceremonias por individuos de alto rango, pero nunca llegó a figurar como alimento habitual en su dieta.

El análisis forma parte de la tesis de maestría «Decapitación y desmembramiento en rituales del recinto ceremonial de Tenochtitlan: una interpretación de su simbolismo», donde sostiene que las manos y pies eran exclusividad del gran sacerdote y el gobernante.

El investigador añadió en su texto una cita del historiador español Diego Durán (1537-1588), quien escribió que dentro de la milicia mexica uno de los privilegios de los guerreros que adquirían el rango de tequihua era comer carne humana en ciertas ceremonias.

Para alcanzar dicho rango tenían que haber hecho al menos cuatro prisioneros en batalla.

¿A quiénes se comían los Mexicas?

Sobre las víctimas del sacrificio, el arqueólogo refirió que «podían ser de cualquier sexo y edad, y se sabe que generalmente eran cautivos de guerra o esclavos, y en contadas ocasiones era gente del pueblo o de la nobleza».

«Las ofrendas humanas eran entregadas a los sacerdotes para que llevaran a cabo la occisión ritual (muerte violenta), y así aportaran la energía vital de los seres humanos a los dioses: la de los guerreros cautivos sería destinada al Sol y la de los esclavos a los dioses del agua y de los mantenimientos», finalizó.

¿En qué fechas los aztecas comían carne humana?

Estos rituales en los que se practicaba la antropofagia se realizaban en fechas determinadas. Por ejemplo, en las fiestas del primer mes atlcahualo del año en el calendario mexica sacrificaban niños en honor de los dioses del agua o de la lluvia, y después de muertos los cocían y comían.

Mientras que en el mes tlacaxipehualizli, a los que sacrificaban en el templo de Huitzilopochtli los devoraban en la casa del guerrero que los capturó. Cocían la carne y daban a cada comensal un pedazo en una escudilla o cajete”, indicó el INAH.

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Huitzilopochtli nació en cerro de Coatepec, Hidalgo

 

Especialistas mexicanos aseguran haber localizado, según fuentes históricas y evidencias arqueológicas, el cerro Coatepec, un sitio que el pueblo azteca considera sagrado dado que allí nació su principal deidad, Huiztilopochtli, el dios de la guerra y del sol.

Cerro de Coatepec

Cerro de Coatepec, donde investigadores ubican el lugar de nacimiento de Huitzilopochtli. Foto: INAH

El investigador Fernándo López Aguilar dijo haber localizado el mítico cerro en el estado de Hidalgo, gracias a fuentes históricas prehispánicas y coloniales, así como a las similitudes entre el mito y la geografía del Valle del Mezquital, reveló el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

López Aguilar señaló que Coatepec, actualmente conocido como cerro Hualtepec o del Astillero, se ubica a unos 30 kilómetros de la zona arqueológica Pahñú, asiento de la cultura xajay, con una antigüedad desde el año 500 a.C. a 300 d.C., apuntó el INAH.

Según el arqueólogo, el cerro Coatepec es pieza central en la mitología mexica por ser escenario del embarazo de la diosa Coatlicue y el nacimiento de su hijo, el dios Huitzilopochtli.

Huitzilopochtli, dios de la guerra

Huitzilopochtli, dios de la guerra

López Aguilar explicó que esa montaña es citada por varios de los cronistas de la conquista, como fray Bernardino de Sahagún y Fernando de Alvarado Tezozomoc, y podría estar ubicada en el Valle del Mezquital, donde el cerro Hualtepec era considerado sagrado desde la época teotihuacana.

Representación prehispánica del Cerro Coatepec

Representación prehispánica del Cerro Coatepec

Precisó que este sitio «pudo ser el lugar donde los aztecas se estacionaron en su peregrinación antes de llegar a Tula» procedentes del también mítico Aztlán.

El arqueólogo recordó que durante décadas los estudiosos del mundo antiguo han buscado tanto Aztlán como el Coatepec en los estados de Durango, Zacatecas, Sinaloa y Nayarit, aunque actualmente se piensa que esos sitios pudieron estar en Michoacán, Guanajuato, Querétaro o Hidalgo.

Indicó que desde 1991 se ha estudiado el cerro Hualtepec, en cuya cima más alta existe una capilla con rocas provenientes de antiguas estructuras prehispánicas, así como una calzada de 400 metros.

En ese sitio se han encontrado restos de esculturas prehispánicas, entre estos una cabeza de serpiente labrada en piedra, «tal vez una representación de Xiuhcóatl«, arma de teas con la que Huitzilopochtli mató a su hermana Coyolxauhqui.

Pieza arqueológica encontrada en el Cerro Coatepec

Pieza arqueológica encontrada en el Cerro Coatepec

También se descubrieron al menos «siete elementos de forma ojival de lo que parece fueron almenas», las cuales podrían estar relacionadas con los ornamentos de Coyolxauhqui.

Además, a la mitad del cerro Hualtepec hay un promontorio rocoso conocido como Peña de la Luna que, de acuerdo con el mito azteca, es la cabeza de Coyolxauhqui que quedó en la sierra mientras su cuerpo rodó hacia abajo hecho pedazos.

Coyolxauhqui,  diosa mexica lunar. Su hermano Huitzilopochtli la descuartizó pues ella planeaba matar a su madre.

Coyolxauhqui, diosa mexica lunar. Su hermano Huitzilopochtli la descuartizó pues ella planeaba matar a su madre.

«Es posible entonces que en alguna parte de la base del domo volcánico se encuentre la representación del cuerpo desmembrado de la hermana de Huitzilopochtli, que aún no hemos detectado», afirmó López Aguilar.

«Sólo una excavación arqueológica en la cima del cerro Hualtepec permitiría corroborar la utilización de sus adoratorios para celebrar el mito de Huitzilopochtli», indicó el arqueólogo.

 

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Carne de res no gustaba a indígenas de Nueva España

Durante la Colonia, los indígenas que habitaban la ciudad de México se alimentaban básicamente de maíz y vegetales, en tanto que “la carne de vaca les parecía de mal sabor y era muy cara”. Esto se pudo constatar a través de un análisis químico e histórico realizado a 40 osamentas de individuos que vivieron hace 400 años.

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Los indígenas de la Nueva España preferían el consumo del maíz

La doctora en antropología física, Oana del Castillo, adscrita al Centro INAH-Yucatán, destacó que “todo lo que consume un ser humano queda registrado en su esqueleto”. Bajo esta premisa se dio a la tarea de examinar los restos óseos de dos colecciones: una procedente del Hospital de San José de los Naturales, donde se atendía a los indígenas, y la otra del Hospital de San Juan de Dios, al que acudían las castas, los dos funcionaron en la Ciudad de México durante los siglos XVII y XVIII.

Al participar en el Seminario de Antropología Médica, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con el tema Dime qué comes…alimentación y condiciones de salud en poblaciones antiguas indígenas y castas. Siglos XVII y XVIII, la investigadora explicó que el objetivo del estudio era saber si ambos grupos poblacionales tenían la misma dieta y cuál había sido el impacto en su salud.

¿Cómo se supo qué comían los indígenas y las castas de la Colonia?

Del Castillo explicó que los restos óseos analizados tienen una mayor proporción de huellas de estroncio, elemento químico que se encuentra en los vegetales, que se adhirió a los huesos de los indígenas, a diferencia de lo encontrado en las osamentas de las castas, donde la cantidad de magnesio y zinc era más alto, lo que indica el consumo de carne y sus derivados.

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Las castas consumían más carne y sus derivados

Lo que podemos observar con los datos químicos es que los indígenas comían más vegetales que productos animales. Los análisis efectuados en las osamentas confirman lo que las fuentes históricas indican: para la población indígena virreinal, la carne de res no era muy apetecible, además de ser cara, asimismo tenían mucho problema para consumir leche, porque les causaba molestias por la lactosa, y no se conservaba fácilmente.

“Si comían carne era pescado y aves de corral, como el guajolote o las gallinas, y otras de tipo silvestre, como tórtolas y palomas, que llegaron con los españoles. Por su parte, las castas sí comían alimentos que llegaban de ultramar, pues el hecho de ejercer un oficio les permitía comprar vegetales no nativos, frutas, lechuga, carne, pan, papas, en general todo lo que consumían los españoles, de acuerdo con su poder adquisitivo”, abundó Del Castillo.

La antropóloga recordó que las castas “hasta presumían sacudiéndose las migajas de pan, pues consideraban que esto los acercaba más a los españoles”.

Dicho sector poblacional, dijo, ocupaba uno de los estratos más bajos de la sociedad virreinal, pero podían hacerse de oficios. Eran herreros, alfareros, albañiles. En las zonas ganaderas y pulqueras trabajaban como peones, mientras que los indígenas eran sirvientes o peones de campo, no podían acceder a otras ocupaciones que les garantizaran dinero.

El estudio también permitió descubrir que los indígenas de la ciudad de México padecieron anemia a causa de una nutrición deficiente, y que las enfermedades infecciosas eran frecuentes. Por otra parte, ambas poblaciones perdían rápidamente sus piezas dentales por falta de limpieza.

mexicas comiendo
Los índigenas padecían anemía

Las dentaduras analizadas por la antropóloga presentan rastros de severos cálculos dentales ocasionados por el sarro, así como caries y abscesos. Al final de su vida estos individuos contaban con dentaduras en muy mal estado, lo cual contribuía al deterioro de su estado de salud y de nutrición.

La investigación hecha a las dos colecciones óseas también revela que la esperanza de vida tanto de castas como de indígenas era de alrededor de 32 años.

Los esqueletos analizados pertenecen al Laboratorio de Osteología, del posgrado en Antropología Física de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). La colección del Hospital de San José de los Naturales contiene 450 osamentas, y la del San Juan de Dios es de 200.

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