Noviembre se viste de color y la algarabía llega con el día de muertos en México, esa tradición mexicana de burlarse de la muerte, una muy peculiar expresión que tanto asombra en el extranjero.
Hoy en día podemos ver entremezclados elementos que recuerdan los orígenes prehispánicos de México con tradicionales personajes de la temporada, como son la catrina y los esqueletos impresos, en figuras de alfeñique, papel picado y dulces de chocolate y amaranto.
Sin embargo, algunos investigadores consideran importante distinguir entre la banalización mercantil, que no existe relación entre la cosmovisión indígena y la tradición posrevolucionaria de burlarse de la muerte.
El verdadero origen de la tradición mexicana de burlarse de la muerte
Lejos de lo que se puede pensar, el mito de la cercanía con la muerte, de una muerte amada y siempre burlada no se remonta más allá de los años 20 del siglo pasado, señala Carlos Navarrete, arqueólogo guatemalteco e investigador de la UNAM, autor del libro San Pascualito Rey en Chiapas.
Explica que en medio de la fundación y mística revolucionaria que buscaba la razón y el ser nacionales, se revaloron las artes populares. Especialmente la obra gráfica de José Guadalupe Posada, quién dio vida a la Garbanzuda, hoy mundialmente conocida como La Catrina
La catrina, Diego Rivera y el origen de la pintoresca tradición mexicana de reírse de la muerte
Calaveras de azúcar, esqueletos de papel picado y catrinas impresas se convertirían, impulsadas por la formación de una cultura nacionalista, en ancestros ejemplares y fuente de inspiración de una iconografía que inunda cada noviembre calles, casas, panaderías, mercados y panteones.
En las décadas siguientes a la Revolución, intelectuales como Diego Rivera y Gabriel Fernández Ledesma difundieron la nueva estética del más allá y expandieron el mito de que la muerte poco o nada de temor infunden a los mexicanos, señaló por su parte el arqueólogo e investigador del Colegio de México Leonardo López Luján.
No ha faltado quién ha querido encontrar en los hilos de la continuidad histórica una larga tradición indígena de las calaveras sonrientes y amistosas, recuerda y añade que Carlos Navarrete y Carlos Monsivaís coincidían en ello.
Mictlantecuhtli y la visión mesoamericana de la muerte
La religión mexica o la maya no tienen nada equivalente a la visión terrorífica de la herencia católica tras la muerte, es decir, el infierno como lugar de castigo en el que terminar.
Para los indígenas prehispánicos existían personajes como Mictlantecuhtli, dios de la muerte en la cultura mexica, que no inspiraban terror, pero sí respeto. Pero ello no quiere decir que antes de la llegada de los españoles no se tuviera miedo a la muerte.
Las complejas visiones prehispánicas respecto a la muerte incluyen dioses con rasgos contradictorios.
Por ejemplo los dioses del inframundo o Mictlán tienen un carácter aterrador en los códices, donde aparecen en escenas de destrucción y sacrificio.
De manera sorprendente estos seres también desempeñan funciones generativas tanto en el mundo vegetal como en la concepción y nacimiento de los seres humanos
Sin embargo, el señor del inframundo y dios de la muerte Mictlantecuhtli no era un ser esquelético como las famosas figuras que ahora adornan el día de muertos, sino que era un ser semidescarnado, es decir, durante el proceso de descomposición de su cuerpo.
Está representado en muchísimos códices y documentos pictográficos, entre ellos destacan dos esculturas de Mictlantecuhtli halladas en la Casa de las Águilas en el Templo Mayor de la Ciudad de México.
La vida y la muerte en Mesoamérica
Pocas divinidades pueden compartir con el dios de la muerte, el lugar de preminencia en el pensamiento Mesoamericano. La presencia del ser semidescarnado se encuentra desde el arte de Tlatilco. Es una visión cíclica del devenir, una dualidad y sucesión eterna entre la vida y la muerte.
En el período preclásico proliferan las imágenes de este ser muchas veces esquelético como en la estela de Isapa, Chiapas.
Es para el período clásico cuando se reproducen por doquier las deidades del inframundo y sus símbolos, adquieren formas ortodoxas, destacan por su belleza las esculturas de soyaltepec o la mixtequilla, la única excepción talvez, quizá es Teotihuacán donde las representaciones de la muerte son relativamente escasas.
En el caso de la cultura maya, son plasmados por doquier calaveras, mandíbulas, huesos cruzados, los ojos de la noche y el llamado signo de división.
[foto: sarcófago de pakal y representaciones de la muerte]
Es hasta el posclásico cuando la imagen completa del dios Za, divinidad de la muerte maya, se convierte junto con otros dioses en los más recurrentes de los códices.
[Foto: periodo posclásico, representación del dios de la muerte maya]
Es en el mundo náhuatl, en la plástica de esta cultura, donde se representa de manera magistral la extinción física de la vida, se reproducen las placidas facciones y posturas del individuo fallecido, y se representan cráneos, deidades terroríficas que hablan del temor de los creyentes.
[foto: plástica náhuatl de la muerte]
Mictlantecuhtli también era conocido como Sontemoc, Neztepehuatl… y no era la única deidad de la muerte adorada por los mexicas. Aunque de menor importancia, pertenecían a este mismo complejo: Cihuatéotl, Mictecacíhuatl, Yohualtecutli, Tlaconahuacatl, Yuacihuatl.
Sabemos que las imágenes una vez bañadas con sangre fueron rodeadas de mandíbulas humanas cuando se iba a construir la siguiente etapa, en un ritual de clausura, de cierre de ciclo, y se empezó a construir la tercera etapa.
Cihuatéotl, una figura de esta deidad apareció bajo casa boquer en la calle Isabel la Católica en el centro histórico mientras que Mictecacíhuatl, que es del valle de Toluca, ahora se encuentra en el bosque de Chapultepec.
En los túneles de la casa de las águlas, también se hallaron pinturas muy similares a las representadas en el códice: los cráneos, el sontecomatl, con los huesos cruzados
[Foto: Cihuateotl, otro díos mexica de la muerte]
Junto a los seres descarnados también hay animales como el murciélago, el escorpión, el búho y la araña, seres noctunos, eran muy temidos en la cosmovisión.
La importancia de Mictlantecuhtli también se encuentra en el calendario solar, de 365 días se hace presente en varias veintenas. Y en el ciclo adivinatorio de 260 días aparece como el sexto señor del día y el quinto señor de la noche. Es patrón del día perro, de la trecena que inicia en uno cuchillo y su imagen es el signo del día muerte
[foto: día muerte mexicas]
En el códice Borgia, hay una lámina donde se ve a Mictlantecuhtli y Quetzalcóatl representados como opuestos complementarios como la muerte y la exhalación de vida que forman ese ciclo básico del universo.
En la cosmovisión mesoamericana funcionan como verdaderos ciclos en los que se suceden la vida y la muerte. En diversos códices se puede apreciar la presencia de Mictlantecuhtli en escenas relativas al embarazo, el nacimiento y la lactancia como una sucesión en la vida.
Se le ve ayudando a cortar el cordón umbilical.
Una más era los accidentes, como cuando los individuos se despeñaban y lo representaban en códices, en los cuales se daba cuenta del abuso de pulque.
[fotos: mictlanthcutli en codices de embarazo y vida1,2 y3]
En otras escenas, por ejemplo del códice Viena (foto3) hay seres de rasgos esqueléticos y son las deidades que generan la descendencia, la diosa del pulque y la milpa personificada, están haciendo que el maíz germine.
La muerte engendra y fomenta la vida. La contraparte es que por más facultades generativas que Mictlantecuhtli pueda tener, es el carácter temible el que predomina en la cosmovisión prehispánica. Pues en los códices y en otros hallazgos arqueológicos se le ve con ojos refulgentes hechos de ematita, acompañados con grandes cuchillos de pedernal que hacen las veces de nariz o lengua.
[foto: mictlantehcutli temible]
En algunos casos ayuda al enterramiento mismo del bulto mortuorio. Se ve a la diosa tlaltecutli en su forma reptiliana abriendo sus fauces para recibir el bulto.
[foto: mictlantecutli ayuda a entierro]
El dios de la muerte es ante todo un devorador insaciable de carne y sangre humana. El códice florentino señala:
“Nuestra madre, nuestro padre Mictlantecuhtli permanece con gran sed de nosotros, con gran hambre de nosotros, permanece jadeando, permanece insistiendo”.
[foto: mictlantecutli códice florentino]
En aquella época la esperanza de vida era de 40 a 45 años, quien llegaba a los 52 años en el ciclo de 360 días o a los 73 en el ciclo de 260, era un ser excepcional con mucho calor en su cuerpo, al que se le permitía refrescarse con pulque en abundancia.
[vejez, muerte entre prehispánicos]
Otra forma de morir era anticipada por enfermedades, con las epidemias que llegaron con los europeos.
[accidente, muerte entre prehispánicos]
Una más era la muerte por asesinato, esta es muy interesante xq se aplicaba a los malos gobernantes, una de las formas en que se solucionaba era ayudarles a morir como fue el caso de Chimalpopoca, Tizoc, zuzumatzin de Coyoacán que no permitía construir un acueducto desde las fuentes de huitzilopochco en Churubusco, lo ayudaron a morir y los mexicas pudieron construir su acueducto.
[foto: asesinato de gobernantes]
También se provocaba la muerte con cuerdas o palos a los delincuentes. En el caso de los borrachos y adulteros por lapidación.
[foto: muerte por adulterio]
La muerte más común, tal vez, era la de los guerreros que caían en combate. Hubo casos de guerreros enemigos que eran capturados, y orgullosos, antes de perder su dignidad asistiendo al ejercito vencedor, recurrían al suicidio.
[muerte por suicidio de guerrero]
Otra también común era el sacrificio a dioses, muchas modalidades en una cosmovisión que valoraba mucho la muerte de individuos para vivificar al sol y a la tierra.
[muerte por sacrificio]
Las vidas de ultratumba
La mayoría de los autores coinciden en que los pueblos prehispánicos carecían de una doctrina de salvación. El lugar al cual iban las almas se determinaba por el tipo de ocupación que tuvieron en vida o el género de su muerte y no por la conducta que los individuos tuvieron en vida.
Por ejemplo al chichihualcuauhco o árbol de las mamas al cual iban a prenderse los bebés que habían muerto en la etapa de lactancia, antes de haber consumido el maíz. A ellos se les daba una segunda oportunidad de tener una vida más.
[a donde van las almas bebés]
En tanto al Tonatiuh-ichan, la casa del sol, iban las almas de varones que morían en batalla como las mujeres que morían en el primer parto, eran considerados ambos como héroes. Asistían al sol, los hombres desde su nacimiento hasta el cenit y las mujeres del cenit al ocaso, donde el sol era recibido por los mictecah, los seres de la muerte.
[a donde iban las almas-tonatiuh]
Otro lugar era el Tlalocan, el mundo de Tlaloc, ahí se dirigían quienes morían por causa acuática, tocados por un rayo o por enfermedad como la hidropecia.
[a donde van las almas tlalocan]
Los adulteros iban a Tlazolteotl y borrachos iban al Ometochtli, según Alfredo Lopez Austin
[a donde van las almas borrachos y adulteros]
El lugar del inframundo más conocido era el mictlán, allá se dirigían todos los que morían de muerte de la tierra, una muerte natural.
En el códice Vaticano A o en los documentos saguntinos se
La casa de las águilas
Fue descubierto en la primera temporada del proyecto Templo Mayor, coordinada por Eduardo Matos Moctezuma. Inició con la demolición de edificios que ocupaban el área, eran construcciones neocoloniales del siglo XX
Francisco Hinojosa, con la anuencia de Matos Moctezuma, realizó una serie de pozos en la casa de las águilas, dio con una serie de cuartos espectaculares, una construcción de estilo neotolteca, cuartos con banquetas, relieves, esculturas y pinturas murales.
Uno de los hallazgos más espectaculares es un par de esculturas que representan a personas vestidas con traje de águila, en un primer momento fueron identificados como guerreros águila. Flanqueaban el acceso al ala este de la casa de las águilas.
Tras ellas aparecieron una serie de banquetas decoradas (que en el momento del descubrimiento, un diario lo publicó como si fuera el trono de Moctezuma) y un par de braceros de Tláloc lleno de lágrimas.
Posteriormente en los años 90 se realizaron nuevas excavaciones, con Luis Barba Piñaron del instituto de Investigaciones antropológicas de la UNAM, con quien se realizaron pruebas microquímicas, a cada metro se tomaban muestras de piso de estuco, en total se hicieron 500 muestras. Con lo que se buscaba saber qué actividades se llevaban a cabo en la Casa de las Águilas.
Revelaron que frente a los altares, en los accesos, frente a los braceros de Tláloc se llevaban a cabo una gran diversidad de ceremonias.
Un estudio geofísico, por su parte, buscaba saber qué existía debajo de la Casa de las Águilas. Se descubrió que bajo la construcción que se estaba estudiando, correspondiente a la etapa dos, había una etapa constructiva anterior de 1427 d.C. También se hallaron sistemas de drenaje y ofrendas enterradas.
Dones que los mexicas dieron a sus dioses, entre ellos el dios del fuego, un cegatón y desdentado que presidía la ofrenda y una vasija de Tláloc, siempre esa dualidad de opuestos complementarios.
Registros murales también hallaron una bellísima pintura, bautizada por uno de los estudiantes como pitufos, porque tiene personajes pintados con azul maya, es un documento valiosísimo, dado que en la actualidad no se cuenta con códice mexicas.
También se registraron metros y metros de banquetas, imitaciones de las de Tula, 300 o 400 años después de la desaparición de la capital Tolteca.
[foto: casa de las águilas, imitación arte en tula]
El 7 de agosto de 1944 en excavaciones en el ala norte se halló, donde se pensaba que se podrían encontrar esculturas de jaguar, por ser el complementario del águila, un rostro de cerámica, pertenecía a un ser semidescarnado, mostraba descarnada la boca, la mandíbula y los dientes, con prominentes orejas, brazos y piernas con partes blandas, flanqueaban el acceso al ala norte. Eran dos figuras
[foto: casa de las aguilas, ser semidescarnado del ala norte]
Las dos figuras estaban completas, pero rotas por la baja temperatura a las que habían sido cocidas en el siglo XV, y por la enorme presión que ejerció el edificio que se encontraba sobre la casa de las águilas, por los terremotos y las vibraciones del tráfico vehicular. Los fragmentos fueron llevados al laboratorio del Templo Mayor y durante un año se les intervino para reconstruir las figuras.
Se les colocó una estructura de metal que soportó 128 kilos década escultura de 174 centímetros. En las manos flexionadas, muestra las garras, en posición de ataque. En la cabeza tiene decenas de perforaciones, de la caja torácica pendía un órgano prominente, tenían una capa pictórica fina en mal estado de conservación que pese a ello se ha podido identificar.
El personaje de la izquierda era azul y el de la derecha era negro.
Se trataba de dos esculturas de Mictlantecuhtli, señor del mundo de los muertos, no se halló el cabello rizado, propio de las deidades del inframundo y de la tierra, deducen que alguna vez lo tuvo en las perforaciones de la cabeza.
Las esculturas tenían círculos amarillos, en la iconografía azteca y maya, los círculos amarillos o negros eran símbolo de putrefacción.
El hallazgo de Mictlantecuhtli llevó a replantear la concepción de las dos primeras figuras halladas en la Casa de las Águilas, siguiendo el patrón de los opuestos complementarios, y dado que la identifación del señor de la muerte era evidente, se replanteó que las primeras dos figuras no eran guerreros águila, sino el mismísimo sol, en el momento de emprender su vuelo.
La arcilla y los desgrasantes usados para la elaboración de las esculturas de mictlantecutli provienen de la propia isla de Tenochtitlán o sus alrededores. Estaba formado de seis piezas ensamblables.
Uno de los hallazgos más reveladores fue una capa rugosa de color oxido que cubría las esculturas desde la cabeza hasta la base de la espalda. Los arqueólogos pensaron que era una especie de fluido que corrió desde la cabeza. Se hicieron estudios de antropología molecular con la UNAM, pensaban que se trataba de un fluido sanguíneo, identificaron gran cantidad de hierro y vitaminas, lo que confirmó que se trataba de restos de hemoglobina y eritrocitos humanos, componentes de la sangre.
Correspondería a una escena retratada en el códice Magliabechiano que actualmente está en Italia. El códice turtudela que está en Madrid muestra una imagen análoga muy parecida, se ve a un sacerdote en una escalera vertiendo sangre sobre la cabeza a una imagen parecida al Mictlantecuhtli hallado en la casa de las águilas.
[foto: casa de las águilas mictantecutli códice]
La sangre tenía, en la cosmovisión mesoamericana, cualidades fortalecedoras y vivificadoras y muchas veces no sólo se salpicaba las imágenes, sino que en los labios se les unta a las imágenes divinas, esta práctica incluso sigue vigente entre los indígenas por ejemplo de Guatemala.
El códice Magliabechiano dice textualmente: “esto hacían porque este diablo les fuera favorable al tiempo de su muerte, de cuya memoria ponían a sus pies de este demonio muchas calaveras y huesos de muertos, significando que era señor de la muerte, quien estando ofrecida esta sangre, ponían un escalero detrás de él y subían por ella y derramabansela encima de la cabeza”.
Es sorprendente cómo el estudio arqueológico, el estudio químico y el documento histórico permiten reconstruir lo que ocurrió en aquella época.