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Feria de Chapultepec: cachos de vidrio bajo la montaña rusa desatan investigación para dar con la Fábrica Nacional de Vidrio

En lo que fuera la Feria de Chapultepec de la Ciudad de México, bajo la montaña rusa, se hallaron cachos de vidrio, modestos elementos de arqueología industrial, que dieron pie a “una investigación detectivesca” para dar con la casi desconocida Fábrica Nacional de Vidrio.

Los pedazos de vidrio que condujeron a la pista de la Fábrica Nacional de Vidrio

Fueron fragmentos de tabique refractario y monogramas sellados en los fondos de vasos y botellas los que dieron pie a lo que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) calificó como investigación detectivesca.

Los cachos de vidrio fueron recuperados durante trabajos de salvamento arqueológico a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en seguimiento a reformas del contiguo parque de diversiones todavía conocido, hasta ese entonces, 2018, como La Feria.

Cabe recordar que el parque de diversiones emblemático de Chapultepec, cuya atracción principal fue durante mucho tiempo la montaña rusa, está cerrado desde 2019 después del trágico accidente por falla mecánica que dejó dos muertos en el juego “La quimera”.

motaña rusa feria de chapultepec
Foto: CDMX

El “Salvamento Arqueológico La Feria de Chapultepec” contempló nueve unidades de excavación, y fue en la séptima, la cual abarcó un polígono de 510 metros, próximo al sitio que ocupó un delfinario, donde se encontraron materiales indicativos de producción de vidrio a gran escala, como parte de un relleno usado para nivelar el terreno donde se instaló la montaña rusa, en 1964.

Bajo esa atracción, frente al contrafuerte noroeste y a escasos 49 cm de la superficie, se registró el hallazgo de vidrio, escoria y pequeños fragmentos de material poroso, compactado y sellado con nombres de marcas de venta y vidrio derretido en la capa exterior (tabique refractario).

Los crípticos monogramas VM y FANAL, sellados en los fondos de vasos y botellas, fueron prácticamente las únicas pistas de las que partió la arqueóloga Liliana Márquez para reconstruir la historia de esa Fábrica Nacional de Vidrio.

El “Salvamento Arqueológico La Feria de Chapultepec” forma parte del Proyecto Arqueológico Cerro, Bosque y Castillo de Chapultepec coordinado por la maestra María de Lourdes López Camacho.

La historia de la poco conocida Fábrica Nacional de Vidrio

La Fábrica Nacional de Vidrio no tiene en la memoria de los mexicanos un pasado glorioso o al menos bien recordado. Sólo algunos viejos locatarios del Mercado Constituyentes la recordaban por su chimenea de acero color naranja, que se localizaba en la esquina de avenida Madereros (hoy Constituyentes) y Periférico, donde hoy se encuentra el Papalote Museo del Niño.

Tomada la punta de la madeja, el resto de la historia comenzó a descorrerse en archivos públicos y privados, como el del Grupo Ingenieros Civiles Asociados (ICA) y el Despacho Legorreta Arquitectos, el General de la Nación (AGN) e Histórico de Notarías, además de acervos hemerográficos, para dar cuenta del establecimiento de la Fábrica Nacional de Vidrio en 1936, en terrenos del otrora Rancho del Castillo y Lomas de Santa Ana, el cual fue parte de la Hacienda Molino del Rey, en el siglo XIX.

La arqueóloga Liliana Márquez consultó el acta constitutiva que acredita que la Fábrica Nacional de Vidrio quedó establecida como sociedad anónima el 27 de mayo de 1935, con un capital inicial de 60,000 pesos, acciones repartidas entre cinco socios: dos industriales de origen español, Rutilo Malacara y Carlos C. Cubillas, y el resto mexicanos, Francisco Fuentes Berain, Virgilio M. Galindo y Antonio Berenguer Campos.

El registro de la marca FANAL se realizó hasta 1975, dejando asentado que la sociedad anónima tenía ya cuatro décadas.

El surgimiento de la Fábrica Nacional de Vidrio se inscribe en el contexto de la política cardenista que se caracterizó por un proceso modernizador.

Lázaro Cárdenas destinó terrenos del aún despoblado poniente de Ciudad de México, incluyendo secciones del Bosque de Chapultepec, como asiento de las industrias nacionales de vidrio, de asbestos y otras vinculadas al ejercicio militar, como la Fábrica Nacional de Cartuchos.

“Estas áreas industriales se desarrollaron alrededor de Los Pinos, ya erigido como residencia presidencial, con un financiamiento mayoritario de parte del gobierno mexicano y un porcentaje menor de capital extranjero, con la idea de que cubrieran las necesidades del país.

La producción de la Fábrica Nacional de Vidrio iba en buena medida para el suministro de los desayunos escolares y para el propio Ejército, mientras que la industria de asbestos contribuía a la pavimentación de caminos, etcétera.

“La política de Lázaro Cárdenas generó muchos requerimientos. En ese marco y en el contexto de la guerra mundial, la cual limitó el acceso a ciertos productos, se buscó la manera de impulsar industrias en el país que generaran una producción suficiente para vender y, a su vez, dotar a instancias gubernamentales, escuelas, hospitales y al cuerpo castrense, el cual se hacía cargo de puertos y carreteras”, explicó la maestra María de Lourdes López Camacho.

Con el tiempo, la Fábrica Nacional de Vidrio crecería al convertirse en proveedora de empresas como la Casa Pedro Domecq y Cervecería Modelo. Para 1955, su capital ascendía a 15 millones de pesos, tres años antes sus obreros intentaron una huelga, y entre 1967 y 1969 fue víctima de incendios que terminaron por arruinar sus áreas de hornos y bodegas, refirió Liliana Márquez, experta de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH.

La Fábrica Nacional de Vidrio en vista aérea

Una fotografía aérea oblicua de la Fábrica Nacional de Vidrio, es el único registro con que se contó para hacer una hipótesis de la posible distribución de actividades en su interior. Con base en la descripción del edificio, este contó con una fachada sobre la acera de lo que hoy es avenida Constituyentes.

Foto: INAH

La sección oeste de la fachada tenía tres puertas menores que conducían a una galera de techo perpendicular al eje de los muros, y que pudo funcionar como almacén de productos terminados. Esta galera concluía donde comenzaba una nave central con techo a dos aguas con ducto central donde, posiblemente, se hacía el embalaje de material. Metros más adelante, continuaba otra galera de techo plano y planta cuadrada.

“La temporalidad juega un factor importante, ya que sabemos que durante los primeros años del siglo XX la maquinaria utilizada pudo haber contado con motores de vapor, eléctricos o de gas, así como hornos que eran alimentados por carbón, estos últimos presentaron un cambio al «fuel oil» una década más tarde, cuando también la maquinaria semiautomática se sumaba a los procesos de producción”, indica Liliana Márquez, quien concluye que para la arqueología no hay testimonio menor, pues unos “simples cachos de vidrio” pueden ayudar a reconstruir la historia de los procesos sociales del país.

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