Xoloitzcuintle: perro sagrado, excelente mascota, mitos, realidades y cuidados

El xoloitzcuintle es uno de los perros mexicanos, sus orígenes vienen de la época prehispánica, anterior a la llegada de los conquistadores españoles.

Su nombre está compuesto por el vocablo Xolotl (Dios Xolotl) e Itzcuintli (perro, paje). Actualmente también se le conoce como perro azteca, pues es conocida su presencia entre los habitantes de Tenochtitlán.

Su presencia en el México antiguo no se limitaba al centro del país, abarcaba hasta el occidente en el territorio que hoy ocupan los estados de Colima y Guadalajara. Una representación escultórica prehispánica de un par de xolos parados en dos patas es emblema representativo de la ciudad de Colima.

Se trata de una raza milenaria que apareció en Mesoamérica hace 2.000 años y de las primeras que empezó a convivir con los humanos en la región. “El enterramiento más antiguo en el que hemos encontrado un xoloitzcuintle tiene 1.300 años de antigüedad, en la ciudad de Tula, Hidalgo”, dice el paleozoólogo Raúl Valadez, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Uno de los mayores expertos en el estudio de los xoloitzcuintles en la cultura mesoamericana. 

¿Cómo es el perro xoloitzcuintle?

Los llamados perros azteca son tiernos, cariñosos y extremadamente leales. Con los extraños, no son los más sociables del mundo, pues le toma tiempo entrar en confianza y pueden mostrarse recelosos al principio.

Tienen un físico potente y musculoso, son excelentes corredores y dueños de un porte elegante.

La voz popular dice que esta raza se caracteriza por no tener pelo o muy poco, lo cual es una verdad a medias. Si bien es cierto que muchos ejemplares de esta raza cumplen con esta descripción, también hay algunos que sí poseen pelo.

La ausencia de pelaje se debe a una mutación en sus genes. Sin embargo, en la misma camada se pueden encontrar animales con y sin pelaje por razones meramente genéticas que no necesariamente tienen que ver con que sean cruza de xoloitzcuintle con otras razas.

La información almacenada en su ADN, que transmite los genes de los dientes y el pelo, no es leída correctamente por las células de su cuerpo, lo que no sólo deriva en los ejemplares sin pelo, sino también en debilidad en su dentadura.

El mito urbano dice que nacen y pasan toda su vida sin dientes. La verdad es que la mayoría de los perrhijos de esta especie desarrollan su dentadura completa, sin embargo, la debilidad de la misma, los hace más propensos a perder los dientes en cualquier momento.

Estos “lomitos” son portadores de un gen dominante recesivo, el cual causa una displasia (difusión) dérmica (en la piel). Este mismo gen provoca una hiperpigmentación de la piel, dándole su color característico. Y en algunos ejemplares, mutaciones genéticas provocan que este gen esté ausente o no sea tan predominante.

¿Qué se siente tocar a un xoloitzcuintle? pasar la mano sobre su lomito puede producir una sensación curiosa la primera vez, y una vez que te familiarices con el calor de su piel, no querrás dejar de acariciarlo.

Pero ojo, esa agradable sensación térmica que produce el contacto con la piel del xolo, no significa que su calor corporal sea superior al del resto de canes, simplemente lo percibes mejor gracias a la ausencia de pelo.

Cuidados de un xoloitzcuintle

Como en el caso de cualquier mascota o incluso en el de los humanos, los cuidados pueden ser muy variados.

Hay personas que consienten el pelaje de sus perros con shampoo y tratamientos especiales y personas que pueden mantener a sus mascotas con simples baños con jabón de ropa, así los cuidados de un xoloitzcuintle pueden ir de los más básicos hasta los más meticulosos.

Lo esencial para mantener sana la piel de los xolos es usar una esponja al bañarlos para remover las células muertas, se recomienda usar crema libre de perfumes y rica en vitamina E, la de almendras es altamente aconsejable. Además, se debe recurrir a filtros solares.

¿Dónde encontrar perros xoloitzcuintle?

Un lugar ideal para ir a conocer a los perros xoloitzcuintle es el Museo Dolores Olmedo en el sur de la Ciudad de México.

En los jardines de este bello recinto cultural pasan los días numerosos ejemplares de esta raza. Acude temprano, porque si la tarde es fresca, no los verás. Cuando el clima no es cálido, son resguardados en un espacio interior no abierto al público.

De paso podrás maravíllate también con hermosos pavorreales.

El significado de los xolos entre los aztecas y otras culturas prehispánicas

Según las primeras evidencias arqueozoológicas, el xolo estuvo presente en el centro y occidente de México desde el siglo V D.C. Raúl Valadez, responsable del laboratorio de paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que con esta base científica se puede considerar que el origen de este perro se debió dar ser unos siglos antes de ese momento.

Dentro de la cosmovisión azteca, estos animales eran guardianes de los espíritus, que guiaban a las almas de los fallecidos por el largo y difícil camino hacia el Mictlán, destino de los muertos.

La función más importante atribuida a los xoloitzcuintles, era la de ayudar a pasar a las almas por un profundo y caudaloso rio que atraviesa la tierra de los muertos.

Si la persona en vida había tratado mal a los animales, especialmente a los perros, el xolo se negaría a ayudarlo a pasar, por lo cual perecería y no sería capaz de pasar.

Pero, si la persona había tratado bien a los canes cuando se encontraba con vida, el xolo gustoso, tomaría el alma, la pondría sobre su lomo y la llevaría a salvo hasta el otro lado.

Los ejemplares de esta raza eran asociados a Xolotl, la estrella vespertina, de la oscuridad, el inframundo y la muerte. Son frecuentes los hallazgos de restos de estos animales en los entierros de personas, pues junto con otros animales eran usados en los rituales funerarios.

También se llegaron a usar como ofrendas a los dioses para pedir lluvia en temporada de sequía. El consumo de su carne estaba reservado para ocasiones especiales religiosas. Es por esta asociación con las deidades prehispánicas que, a la llegada de los españoles en 1519, el xoloitzcuintle comenzó a ser perseguido y marginado por la religión católica, especialmente en las ciudades.

De acuerdo con cronistas de la época como Fray Bernardino de Sahagún, en el mercado de Acolman se vendían cerca de 400 perros diarios, mientras que otros refieren que el emperador Moctezuma tenía un centenar de estos animales.

Después de la colonización española, la presencia de esta raza se mantuvo en los entornos rurales especialmente de las costas de Guerrero y Oaxaca.

La historiadora del arte Eva María Ayala, indica que, pese a que, durante el virreinato, el perro era considerado por los cristianos como “la representación de la lujuria y la lascivia”, logró sobrevivir y recuperar su prestigio a principios del siglo XX. Época caracterizada por la revaloración de los elementos prehispánicos y la construcción de la mexicanidad.

En ese contexto se inscribe el desarrollo artístico de figuras como Diego Rivera y Frida Kahlo, quienes tuvieron varios de estos canes. Rivera los plasmó en sus murales de Palacio Nacional y Frida en sus cuadros, incluso ha trascendido el nombre de uno de sus xolos: Güera Chabela.

La leyenda del xolo

La leyenda del Xolo cuenta que, si éste es de color negro, no podrá llevar a las almas del otro lado del río, pues su color indica que él ya se ha sumergido en el río y ha guiado ya a suficientes almas a su destino. De igual forma, si el animal es blanco o de color muy claro, tampoco podría atravesar el rio, pues eso significa que es muy joven y aún no ha podido alcanzar la madurez para lograrlo.

Solamente cuando son de un color gris jaspeado, (que es lo usual en ellos) podrá llevar a cabo esta importante tarea.

Igualmente se cuenta que los lunares de los xolos indican el número de almas que han ayudado en vidas pasadas.

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