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Santa María la Ribera, tierra prometida: Arturo Azuela

Santa María la Ribera es un mosaico multicolor de la historia y desarrollo de la sociedad mexicana. Comercios familiares y establecimientos «hipsters» se mezclan con antiguas casonas porfirianas: testimonios urbanos del esplendor que caracterizó al primer fraccionamiento moderno de la ciudad de México.

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Alameda de Santa María la Ribera. Foto: Plaza Morisco

Síntesis de los procesos de urbanización que ha vivido México: la expansión de la capital por medio de la desecación del lago de Texcoco, el auge de la clase burguesa durante el Porfiriato, la llegada de numerosas familias de provincia a la “tierra prometida” y con ello la fuga de la clase pudiente y el cambio de la composición social. Esa es Santa María la Ribera.

El centro lo rige una plataforma octagonal a la cual se accede por medio de una pequeña escalinata y que deriva en un acceso conformado por tres arcos; que sostienen, junto a 44 esbeltas columnas metálicas exteriores y ocho interiores, la estructura de herrería coronada por una hermosa cúpula de cristal rematada con una majestuosa águila; su nombre: kiosco Morisco.

Kiosko Morisco en santa maría la ribera
Kiosko morisco. Foto. snap3

Atractivos turísticos de Santa María la Ribera a través de Arturo Azuela

Él reina desde la alameda, la cual está rodeada por las calles Dr. Atl, Manuel Carpio, Salvador Díaz Mirón y Jaime Torres Bodet, en esta última se ubica el Museo de Geología de la UNAM: “un edificio que afortunadamente se conserva; bellísimo, tiene una escalinata Belle Époque, unos vitrales que son de finales de la edad media o principios del renacimiento, con una colección de piedras preciosas y las oficinas de arriba que están muy bien conservadas”, manifestó el escritor Arturo Azuela, quien ha dedicado a la colonia cuatro de sus libros publicados.

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Museo de Geología. Foto: vivedeviaje

La demarcación limita al norte con la Ribera de San Cosmé, vía que alberga en su número 71 la Casa de los Mascarones, construcción barroca del siglo XVIII que fue residencia de los condes del Valle de Orizaba.

El lugar, actualmente lo ocupan el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras (CELE) y la Dirección General de Servicios de Cómputo Académico (DGSCA) de la UNAM; aunque en alguna época alojó –entre otras instituciones— a la Facultad de Filosofía y Estudios Superiores, “donde mi padre era profesor, yo iba a esperarlo a la salida, pero a mi no me interesaba mi padre, sino las muchachas, puras españolitas muy bonitas”, señaló el escritor.

Otro de los recintos emblemáticos de la zona es el Museo Universitario del Chopo. En otros tiempos, 1913, fue el Museo de Historia Natural y recibe su nombre actual gracias a la voz popular que lo llamaba por la denominación de la calle en que se ubicaba: Chopo, hoy Dr. Enrique González Martínez;  donde en 1954 vivía Martita, la chica que a las seis y media de la mañana se citaba con el adolescente Arturo en el kiosko Morisco,  y a quien él le dio su primer beso a los 14 años.

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Museo del Chopo. Foto: Chilangomex

“Mi primer amor fue bonito, estaba en la secundaria. Había dos: la 4 que era de hombres y la 2 que era de mujeres. Íbamos a la salida de la de mujeres, conocí a Martha y empecé a cortejarla; un día me atreví y le tome la mano, otro le di un beso en la mejilla, y otro le di un beso en la boca; a eso del cuatro para las siete de la mañana. Después la lleve a su escuela y me fui feliz corriendo a la mía”.

El autor de Los ríos de la memoria, cuentos sobre su infancia vivida en Santa María la Ribera, recuerda claramente este episodio de su adolescencia, durante la cual vivió intensamente su colonia habitada y frecuentada por intelectuales, estudiantes y académicos.

El presidente del Seminario de Cultura Mexicana (SCM), platicó sobre su Santa María la Ribera, la colonia que “me persigue y a la que persigo”. Para ejemplificar lo anterior habló de su nuevo proyecto literario: un mexicano ante el exilio español, “un mundo que viví con mucha intensidad porque mi padre tenía amistad con algunos de ellos, por algunos de mis compañeros, un amor, y algunos maestros.

Pienso en esta historia  y ¿qué es lo que pasa? Los primeros diez capítulos están ambientados en Santa María. El primer exiliado con quien tuve contacto fue el señor Ventura: un viejito con su boina vasca que tenía una librería llamada El Ancla, hoy venida a menos, donde compre mis primeros libros”.

Santa María la Ribera y los procesos migratorios

La colonia, cuyas calles entonces llevaban nombres de árboles, fue la “tierra prometida para mi abuelo, Mariano Azuela, autor de la celebre novela Los de Abajo. Él se fue como médico de tropa con la División del Norte; después de la Revolución, de tanta violencia, regresó con la familia, se fue a vivir a Santiago Tlatelolco, pero la ilusión de él era vivir en Santa María. Lo logró por 1918, primero en la calle de Naranjo y luego Álamo”.

La llegada de la familia Azuela a la capital mexicana se inscribió en un proceso de emigración compartido por varias comunidades de la provincia mexicana. En su caso el lugar de origen fue Lagos de Moreno, Jalisco; el refugio tras los infiernos vividos después de su salida de ahí, como para muchos otros, estuvo en la ciudad de México. La historia completa se puede conocer a través de El tamaño del infierno.

Fue en ese entonces cuando Santa María la Ribera cambió su composición social, inició su proletarización. En esta transformación influyó la movilidad generada en torno a la estación Buenavista; en esa época era parada de pasajeros y de carga.

Arturo Azuela, considerado cronista de la colonia, recuerda que “había muchos almacenes que recogían materiales que llevaban los tranvías, los tatemes se fueron metiendo al barrio, también lo hicieron los ferrocarrileros».

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Arturo Azuela. Foto: LaJornada

 Igualmente el sector académico penetró en Santa María. Había dos instalaciones de la Escuela Normal Superior: la de San Cosmé que todavía existe, y la Benemérita Escuela Nacional de Maestros. Más allá de la Escuela Normal estaba el Casco de Santo Tomás, donde se fundó el IPN, por lo tanto en Santa María también había muchos estudiantes y profesores del politécnico.

La colonia también tiene una “importante tradición universitaria”; en la Casa de los Mascarones la UNAM instaló, en diferentes periodos, la Escuela de Música, la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y la Escuela Nacional Preparatoria Núm. 6. Otros recintos azul y oro importantes son el Museo de Geología y el Museo del Chopo.

Prominentes políticos, empresarios, extranjeros, accionistas de las compañías petroleras decían que “Santa María ya no es lo mismo”, está situación hizo crisis en los años 30 “cuando la clase media ilustrada se adueñó de la colonia. Los ricos, quienes ya despreciaban el barrio, se fueron y fundaron el Pedregal y Satélite”, rememoró Azuela.

Escritores, profesores y estudiantes se conocían en el tranvía. Había una ruta de ese transporte que entraba por donde está el museo del Chopo y le daba la vuelta a la demarcación.

Santa María la Ribera, receptora de la clase ilustrada

Entre los personajes prominentes que habitaron Santa María la Ribera se cuenta por supuesto a Mariano Azuela, escritor de la Revolución; el Dr. Atl, pintor y escritor cuyo verdadero nombre era Gerardo Murillo y que impulsaba el arte popular; Gabriel Méndez Plancarte, miembro del SCM y a quien se deben “los mejores trabajos que se han hecho de Sor Juana Inés de la Cruz; la poeta María Enriqueta Camarillo y su esposo el historiador Carlos Pereira; en cuya casa después estuvo la Casa del Estudiante Sinaolense que era de estudiantes politécnicos que “hicieron muchos destrosos, eran muy revolucionario, se adueñaron de la Alameda, hicieron muchos desmanes, hasta que poco a poco fue muriéndose ese grupo y cerraron la casa, ahora está ahí la casa de la Cultura”, contó Arturo Azuela.

Los cines de Santa María la Ribera

La Santa María la Ribera vivida por Azuela también ofrecía una importante educación cinematográfica por medio de cuatro cines, el Majestic en la Alameda, el Rivoli en la calle de Santa María, el Roíz en la calle de San Cosmé y el Ópera, que se desea restaurar.

Para conocer un poco más de Santa María la Ribera, también se puede disfrutar del libro Alameda de Santa María, la historia de tres generaciones. Es un viejito que recuerda al padre y el abuelo, los tres espectros: el abuelo que fundó la colonia, el padre que vivió la revolución y el hijo que vive la época contemporánea.

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