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Chac mool: viejo desnudo y con el pene erecto que genera polémica en la arqueología mexicana

El hallazgo de una nueva escultura de chac mool en Pátzcuaro, Michoacán trae de vuelta la polémica que estas piezas generan en la arqueología mexicana desde 1832.

Leonardo López Luján, quien encabeza el Proyecto del Templo Mayor, explica que normalmente los chac mool de Michoacán representan un viejo desnudo y con el pene erecto. Sin embargo, el recién descubierto no parece tener arrugas y la posición de las piernas no permite establecer un criterio acerca de la segunda característica.

El significado de los Chac mool

La polémica entorno a estas piezas prehispánicas sigue vigente.

Se ha debatido con vehemencia que los orígenes del chac mool
se encuentran en el Centro de México, en el área maya, o en el norte mesoamericano.

Se ha discrepado si esta excéntrica figura era empleada como mesa de ofrendas, como recipiente de corazones o como piedra de sacrificios.

Y, por si fuera poco, se ha debatido acaloradamente si representa a una víctima sacrificial, un militar, un sacerdote, un personaje histórico, un hombre-dios, un mensajero divino o una deidad particular.

¿A qué se debe tanta polémica?

Estas polémicas se entienden cuando consideramos que el
chac mool pocas veces ha sido encontrado en su contexto arqueológico
original.

Además, las varias docenas de esculturas descubiertas desde
Michoacán y Querétaro hasta El Salvador presentan una inusitada
variabilidad.

Si bien es cierto que estas piezas se distinguen por su posición
corporal insólita
, los ejemplares conocidos difieren entre sí.

Son diferentes en:

  • El lado hacia donde está girada su cabeza.
  • La posición del abdomen en relación al pecho y las rodillas.
  • El punto de apoyo sobre la base.
  • La postura de las extremidades y el tronco.
  • Pueden yacer o no sobre bases rectangulares.
  • Carecer o contar con aras ceremoniales sobre el vientre.

Por ello, Leonardo y Alfredo López Luján consideran que el chac mool
contrasta con otras imágenes religiosas mesoamericanas que prolongaron sus elementos y estructuras formales durante siglos y en amplios territorios.

Consideran que las particularidades de esta figura deben explicarse por separado, en los distintos contextos históricos y culturales en que fueron producidas.

El chac mool michoacano normalmente representa un viejo desnudo y con el pene erecto.

A diferencia del michoacano, el chac mool mexica representa a Tláloc.

En tanto que el de Tula y Chichén Itzá figuran a un joven guerrero-mariposa, armado de un cuchillo de pedernal.

Estas piezas suelen haber sido desplazadas de su lugar de origen, por lo que los sitios de hallazgo no suelen corresponder al territorio donde fueron esculpidos.

Así sucede con el recién hallado en Pátzcuaro, Michoacán y así fue con un chac mool tolteca encontrado junto al Templo Mayor, a 100 km de distancia de Tula, Hidalgo, su lugar de origen.

Ese chac mool tolteca representa uno de muchos hallazgos que ha realizado el Proyecto Templo Mayor, como la más grande representación de aguila real hasta ahora encontrada.

Sobre el chac mool recién hallado en Michoacán

La relevancia del chac mool tallado en basalto –de 90 centímetros de largo y 80 de alto, con un peso estimado de 200 kilos– es que es el primero que se localiza en contexto en Pátzcuaro.

Al no haber localizado, hasta el momento, materiales arqueológicos asociados con la efigie, los especialistas teorizan que fue removida de un emplazamiento original cercano y hallada en el relleno constructivo del pueblo de Pátzcuaro.

Además, el descubrimiento es notable porque no es usual encontrar creaciones artísticas precolombinas de tales dimensiones en el occidente de México.

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Coyolxauhqui: la diosa lunar desnuda y desmembrada de los mexicas

Coyolxauhqui: la diosa lunar desnuda y desmembrada de los mexicas. Así es la imagen más conocida de la deidad que ha llegado hasta nuestros días, y se la debemos a la emblemática pieza escultórica que fue descubierta el 21 de febrero de 1978 en el corazón del centro histórico de la Ciudad de México.

El nombre de la diosa relacionada con la luna quiere decir «la que se ornamenta las mejillas con cascabeles», y su representación está asociada a un hecho histórico, que de acuerdo con el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, fue tan importante para el pueblo mexica que lo mitificaron, como ocurrió con la Fundación de Tenochtitlán que según el mito se hizo en un lugar donde habría una serpiente parada en un nopal comiendo una serpiente y que después dio origen al escudo de la bandera de México, historia que Matos Moctezuma ha explicado cómo surgió.

Del Chicomóztoc, «la cueva de los siete nichos», a Coatepec donde se desmembró Coyolxauhqui

En la tradición azteca se creía que el pueblo partió de Chicomóztoc, «la cueva de los siete nichos», el legendario punto de partida, en el tiempo y en el espacio, de donde surgieron siete pueblos para iniciar su caminar que los llevaría a desarrollar varios asentamientos en el centro de lo que hoy es México.

El Chicomóztoc ha sido motivo de varios estudios, entre ellos el de Marie-Areti Hers, investigadora del Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, especialista en el septentrión mesoamericano y coordinadora del proyecto regional e interdisciplinario Hervideros, quien ha propuesto su ubicación geográfica en la zona arqueológica de La Quemada, Zacatecas, una zona que ha servido de estudio para concluir que las migraciones en las culturas prehispánicas formaban parte de un ritual que incluía la quema del lugar,

Tras la salida de «la cueva de los siete nichos», uno de los primero lugares donde se asentaron los mexicas fue Coatepec, el cerro de la serpiente, y fue justo ahí donde ocurrió el importante hecho que dio origen al mito de Coyolxauhqui.

Dos barrios que conformaban el grupo mayor de los mexicas estuvo ante la disyuntiva de permanecer en Coatepec o volver a iniciar la caminata en busca de otro sitio donde asentarse. Uno de los barrios optaba por permanecer en el lugar, mientras el otro prefería el peregrinar, ambos terminaron enfrentados en batalla.

En el mito, un barrio fue representado por el dios solar de la guerra Huitzilopochtli y el otro por la diosa lunar Coyolxauhqui. En el hecho histórico se impuso el barrio que optaba por volver a andar, y en el mito se representó como el triunfo del poder solar.

«Es un hecho tan importante que se mitifica, y lo que fue combate entre hombres se convirtió en lucha entre dioses».

Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo que dirigió el Museo del Templo Mayor, miembro de El Colegio Nacional y profesor emérito del INAH.

¿Qué cuenta el mito de Coyolxauhqui?

En este relato, la diosa de la tierra, Coatlicue, queda milagrosamente embarazada, con lo cual provoca la vergüenza y la indignación de su hija Coyolxauhqui y sus hermanos centzonhuitznáhuah. Éstos, dirigidos por su hermana, pretenden asesinar a su madre.

Sin embargo, en ese momento nace Huitzilopochtli, que lleva armas y lucha contra sus hermanos hasta vencerlos. A Coyolxauhqui la decapitó y su cuerpo rodó haciéndose pedazos.

De ahí nació la emblemática escultura, que fue usada año con año en la fiesta de panquetzaliztli.

La fiesta de panquetzaliztli para conmemorar el mito

La pieza escultórica, colocada al pie del templo del lado dedicado a Huitzilopochtli, que representa al mítico cerro de Coatépec, era el lugar de la inmolación de múltiples cautivos de guerra y esclavos en la fiesta de panquetzaliztli, dedicada al dios solar y de la guerra, durante la cual se conmemoraba el combate entre Huitzilopochtli y Coyolxauhqui.

Matos Moctezuma narra que quienes serían inmolados subían pasando primero junto a la diosa decapitada y desmembrada para, finalmente, llegar a la parte alta, donde los sacerdotes repetían lo que el dios solar había hecho conforme al mito: la víctima capturada en combate era sacrificada y su corazón ofrendado, a la vez que su cuerpo era arrojado por las escaleras para caer sobre la escultura de Coyolxauhqui, en donde era desmembrado por quienes lo habían hecho prisionero.

Coyolxauhqui, de las pocas esculturas tenochcas que muestran la desnudez femenina

La escultura hallada en febrero de 1978 que representa a Coyolxauhqui desnuda y desmembrada, es una pieza de casi 8 toneladas y 3.25 metros de diámetro.

La pieza prehispánica ya era mencionada en las crónicas de Diego Durán, Tezozómoc y fray Bernardino de Sahagún, como parte del panteón mexica, pero fue hasta la década de los años 70 cuando se descubrió, y es la más grande de las seis esculturas de la deidad lunar que hasta el momento se han hallado. Además es de las pocas esculturas tenochcas que muestran la desnudez femenina.

Coyolxauhqui, diosa lunar
Foto: INAH

El monolito es de un material llamado andesita rosada, tiene forma de disco y se encontró de manera fortuita cuando una cuadrilla de la extinta Compañía de Luz y Fuerza laboraba a más de dos metros de profundidad en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina. Estaba cubierta por arenilla y un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la desenterró luego de permanecer en el subsuelo por 500 años. Fue uno de los hallazgos posteriores a los de 1971 y que se algunos han llamado románticamente «El regreso de los Dios» por haber coincidido con el aniversario de la caída de México-Tenochtitlán.

Esos hallazgos detonaron el Proyecto Templo Mayor, encabezado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, a partir del cual surgieron nuevos descubrimientos como una escultura de águila real de 1.06 metros de largo por 70 centímetros de ancho, encontrada en 2020 y que es la pieza más grande de su tipo hallada hasta ahora.

¿Cómo era en tiempos de los mexicas la escultura de Coyolxauhqui?

El estudio constante de la escultura circular de Coyolxauhqui han permitido tener una idea de cómo era en tiempos de los mexicas.

Los cinco colores que sobreviven en las porosidades de la piedra son el rojo que se obtenía de la amatita, el ocre de la geotita, el blanco de la calcita, el negro del humo y el azul maya de la combinación de hojas de añil y poligorskita. Todos ellos corresponden al patrón cromático del Templo Mayor.

Un estudio, publicado recientemente por la investigadora Lourdes Cué, explica que esos colores se localizan en los detalles como son los pezones azules, los manchones de rojo sangre en el tórax, el ojo enrojecido, como en los códices, y el penacho azul.

La especialista también menciona tres valores iconográficos en la Coyolxauhqui: Los caracoles que adornan sus tobilleras, que son emblema de los guerreros muertos y asociados al sacrificio y a entidades como el sol.

Otro es el tocado azul, color del cielo diurno y ámbito de Huitzilopochtli, y un tercer elemento son las falsas coralillos del cuerpo anillado atadas en diversas partes del cuerpo de la diosa. Estos réptiles se asocian a Cihuatéotl, que representaba a la mujer que moría en parto, pero en el caso de la deidad lunar las serpientes tienen dos cabezas, son las temibles maquizcoatl culebra mítica asociada a la muerte. Es la prueba más clara de una unión simbólica entre ambos hermanos a través de estas serpientes, el verdugo, el dios solar deja su signo sobre el cuerpo de Coyolxauhqui.

Foto tomada en la exposición Exposición temporal Moctezuma II. Tiempo y destino de un gobernante

Las otras representaciones de Coyolxauhqui

Hasta 2015 se conocían seis representaciones escultóricas de la diosa lunar mexica, según recuento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Entre la diversidad de descubrimientos logrados por el Proyecto Templo Mayor, existen algunos relacionados también con Coyolxauhqui.

No es casualidad que el proyecto haya dado luz sobre otras representaciones de la diosa lunar, pues de acuerdo con Leonardo López Luján, actual director del Proyecto Templo Mayor, en los vestigios exhumados entre 1978 y 1982 es fácil constatar que los mexicas agrandaron en 13 ocasiones el Templo Mayor de Tenochtitlán, cada vez que los mexicas emprendieron uno de dichos agrandamientos, emplearon mejores materiales constructivos y aplicaron técnicas de edificación más refinadas. Sin embargo, todo parece indicar que siempre fueron cuidadosos en repetir el mismo proyecto arquitectónico y el mismo programa iconográfico.

Esto significa que, pese a su crecimiento constante, el Templo Mayor nunca dejó de materializar al mítico cerro donde fue muerta Coyolxauhqui, pues se reprodujeron formas, símbolos e imágenes de culto en las sucesivas ampliaciones.

Una de ellas es la realizada en piedra de tezontle con la que armaron las piernas, brazos y tórax, y que corresponde a una fase constructiva anterior del Templo Mayor.

Otro ejemplo del arte mexica es la escultura monumental de diorita, que se encontró a mediados del siglo XIX, cuando se edificaba una casa en la calle de Santa Teresa, hoy Guatemala. La identificación la hizo el antropólogo Eduard Seler, quien vio los cascabeles de oro en las mejillas, portaorejeras y los plumones en el pelo destinados al sacrificio. Sus ojos entrecerrados corresponden a la deidad ya decapitada.

Otra representación de la diosa Coyolxauhqui. Foto: INAH

Una más de las esculturas de la diosa Coyolxauhqui es la que describió el maestro Matos Moctezuma en su estudio Las seis Coyolxauhqui: variaciones sobre un mismo tema, que se localiza en el Museo Peabody de Harvard. Se trata de una máscara de piedra verde. La pieza presenta los atributos de la Coyolxauhqui: los cascabeles sobre las mejillas, las orejeras y los plumones en el cabello.

El investigador emérito del INAH apunta en su texto que otro fragmento de piedra labrada que se encontró con parte del rostro, cabello y plumones de la diosa lunar, se encontró en la esquina suroeste del Templo Mayor de la etapa IV b, que fue excavada por Manuel Gamio en 1914, y posteriormente en 1948 por Hugo Moedano. La pieza erosionada fue identificada por el arqueólogo Felipe Solís, al igual que el monolito de andesita rosada descubierto en 1978, este último con ayuda de Gerardo Cepeda.

Durante sus trabajos de excavación en los años 80, el maestro Eduardo Matos Moctezuma halló fragmentos irregulares de la escultura, en la que se aprecian elementos correspondientes a la diosa, que podrían corresponder a la última etapa constructiva del Templo Mayor. En las partes se puede identificar una pierna, parte del cuerpo y largas plumas.

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Coyolxauhqui: la diosa lunar desnuda y desmembrada de los mexicas

Coyolxauhqui: la diosa lunar desnuda y desmembrada de los mexicas. Así es la imagen más conocida de la deidad que ha llegado hasta nuestros días, y se la debemos a la emblemática pieza escultórica que fue descubierta el 21 de febrero de 1978 en el corazón del centro histórico de la Ciudad de México.

El nombre de la diosa relacionada con la luna quiere decir «la que se ornamenta las mejillas con cascabeles», y su representación está asociada a un hecho histórico, que de acuerdo con el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, fue tan importante para el pueblo mexica que lo mitificaron, como ocurrió con la Fundación de Tenochtitlán que según el mito se hizo en un lugar donde habría una serpiente parada en un nopal comiendo una serpiente y que después dio origen al escudo de la bandera de México, historia que Matos Moctezuma ha explicado cómo surgió.

Del Chicomóztoc, «la cueva de los siete nichos», a Coatepec donde se desmembró Coyolxauhqui

En la tradición azteca se creía que el pueblo partió de Chicomóztoc, «la cueva de los siete nichos», el legendario punto de partida, en el tiempo y en el espacio, de donde surgieron siete pueblos para iniciar su caminar que los llevaría a desarrollar varios asentamientos en el centro de lo que hoy es México.

El Chicomóztoc ha sido motivo de varios estudios, entre ellos el de Marie-Areti Hers, investigadora del Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM, especialista en el septentrión mesoamericano y coordinadora del proyecto regional e interdisciplinario Hervideros, quien ha propuesto su ubicación geográfica en la zona arqueológica de La Quemada, Zacatecas, una zona que ha servido de estudio para concluir que las migraciones en las culturas prehispánicas formaban parte de un ritual que incluía la quema del lugar,

Tras la salida de «la cueva de los siete nichos», uno de los primero lugares donde se asentaron los mexicas fue Coatepec, el cerro de la serpiente, y fue justo ahí donde ocurrió el importante hecho que dio origen al mito de Coyolxauhqui.

Dos barrios que conformaban el grupo mayor de los mexicas estuvo ante la disyuntiva de permanecer en Coatepec o volver a iniciar la caminata en busca de otro sitio donde asentarse. Uno de los barrios optaba por permanecer en el lugar, mientras el otro prefería el peregrinar, ambos terminaronn enfrentados en batalla.

En el mito, un barrio fue representado por el dios solar de la guerra Huitzilopochtli y el otro por la diosa lunar Coyolxauhqui. En el hecho histórico se impuso el barrio que optaba por volver a andar, y en el mito se representó como el triunfo del poder solar,

«Es un hecho tan importante que se mitifica, y lo que fue combate entre hombres se convirtió en lucha entre dioses.

Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo que dirigió el Museo del Templo Mayor, miembro de El Colegio Nacional y profesor emérito del INAH.

¿Qué cuenta el mito de Coyolxauhqui?

En este relato, la diosa de la tierra, Coatlicue, queda milagrosamente embarazada, con lo cual provoca la vergüenza y la indignación de su hija Coyolxauhqui y sus hermanos centzonhuitznáhuah. Éstos, dirigidos por su hermana, pretenden asesinar a su madre.

Sin embargo, en ese momento nace Huitzilopochtli, que lleva armas y lucha contra sus hermanos hasta vencerlos. A Coyolxauhqui la decapitó y su cuerpo rodó haciéndose pedazos.

De ahí nació la emblemática escultura, que fue usada año con año en la fiesta de panquetzaliztli.

La fiesta de panquetzaliztli para conmemorar el mito

La pieza escultórica, colocada al pie del templo del lado dedicado a Huitzilopochtli, que representa al mítico cerro de Coatépec, era el lugar de la inmolación de múltiples cautivos de guerra y esclavos en la fiesta de panquetzaliztli, dedicada al dios solar y de la guerra, durante la cual se conmemoraba el combate entre Huitzilopochtli y Coyolxauhqui.

Matos Moctezuma narra que quienes serían inmolados subían pasando primero junto a la diosa decapitada y desmembrada para, finalmente, llegar a la parte alta, donde los sacerdotes repetían lo que el dios solar había hecho conforme al mito: la víctima capturada en combate era sacrificada y su corazón ofrendado, a la vez que su cuerpo era arrojado por las escaleras para caer sobre la escultura de Coyolxauhqui, en donde era desmembrado por quienes lo habían hecho prisionero.

Coyolxauhqui, de las pocas esculturas tenochcas que muestran la desnudez femenina

La escultura hallada en febrero de 1978 que representa a Coyolxauhqui desnuda y desmembrada, es una pieza de casi 8 toneladas y 3.25 metros de diámetro.

La pieza prehispánica ya era mencionada en las crónicas de Diego Durán, Tezozómoc y fray Bernardino de Sahagún, como parte del panteón mexica, pero fue hasta la década de los años 70 cuando se descubrió, y es la más grande de las seis esculturas de la deidad lunar que hasta el momento se han hallado. Además es de las pocas esculturas tenochcas que muestran la desnudez femenina.

Coyolxauhqui, diosa lunar
Foto: INAH

El monolito es de un material llamado andesita rosada, tiene forma de disco y se encontró de manera fortuita cuando una cuadrilla de la extinta Compañía de Luz y Fuerza laboraba a más de dos metros de profundidad en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina. Estaba cubierta por arenilla y un equipo de arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la desenterró luego de permanecer en el subsuelo por 500 años. Fue uno de los hallazgos posteriores a los de 1971 y que se algunos han llamado románticamente «El regreso de los Dios» por haber coincidido con el aniversario de la caída de México-Tenochtutlán.

Esos hallazgos detonaron el Proyecto Templo Mayor, encabezado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, a partir del cual surgieron nuevos descubrimientos como una escultura de águila real de 1.06 metros de largo por 70 centímetros de ancho, encontrada en 2020 y que es la pieza más grande de su tipo hallada hasta ahora.

¿Cómo era en tiempos de los mexicas la escultura de Coyolxauhqui?

El estudio constante de la escultura circular de Coyolxauhqui han permitido tener una idea de cómo era en tiempos de los mexicas.

Los cinco colores que sobreviven en las porosidades de la piedra son el rojo que se obtenía de la amatita, el ocre de la geotita, el blanco de la calcita, el negro del humo y el azul maya de la combinación de hojas de añil y poligorskita. Todos ellos corresponden al patrón cromático del Templo Mayor.

Un estudio, publicado recientemente por la investigadora Lourdes Cué, explica que esos colores se localizan en los detalles como son los pezones azules, los manchones de rojo sangre en el tórax, el ojo enrojecido, como en los códices, y el penacho azul.

La especialista también menciona tres valores iconográficos en la Coyolxauhqui: Los caracoles que adornan sus tobilleras, que son emblema de los guerreros muertos y asociados al sacrificio y a entidades como el sol.

Otro es el tocado azul, color del cielo diurno y ámbito de Huitzilopochtli, y un tercer elemento son las falsas coralillos del cuerpo anillado atadas en diversas partes del cuerpo de la diosa. Estos réptiles se asocian a Cihuatéotl, que representaba a la mujer que moría en parto, pero en el caso de la deidad lunar las serpientes tienen dos cabezas, son las temibles maquizcoatl culebra mítica asociada a la muerte. Es la prueba más clara de una unión simbólica entre ambos hermanos a través de estas serpientes, el verdugo, el dios solar deja su signo sobre el cuerpo de Coyolxauhqui.

Foto tomada en la exposición Exposición temporal Moctezuma II. Tiempo y destino de un gobernante

Las otras representaciones de Coyolxauhqui

Hasta 2015 se conocían seis representaciones escultóricas de la diosa lunar mexica, según recuento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Entre la diversidad de descubrimientos logrados por el Proyecto Templo Mayor, existen algunos relacionados también con Coyolxauhqui.

No es casualidad que el proyecto haya dado luz sobre otras representaciones de la diosa lunar, pues de acuerdo con Leonardo López Luján, actual director del Proyecto Templo Mayor, en los vestigios exhumados entre 1978 y 1982 es fácil constatar que los mexicas agrandaron en 13 ocasiones el Templo Mayor de Tenochtitlán, cada vez que los mexicas emprendieron uno de dichos agrandamientos, emplearon mejores materiales constructivos y aplicaron técnicas de edificación más refinadas. Sin embargo, todo parece indicar que siempre fueron cuidadosos en repetir el mismo proyecto arquitectónico y el mismo programa iconográfico.

Esto significa que, pese a su crecimiento constante, el Templo Mayor nunca dejó de materializar al mítico cerro donde fue muerta Coyolxauhqui, pues se reprodujeron formas, símbolos e imágenes de culto en las sucesivas ampliaciones.

Una de ellas es la realizada en piedra de tezontle con la que armaron las piernas, brazos y tórax, y que corresponde a una fase constructiva anterior del Templo Mayor.

Otro ejemplo del arte mexica es la escultura monumental de diorita, que se encontró a mediados del siglo XIX, cuando se edificaba una casa en la calle de Santa Teresa, hoy Guatemala. La identificación la hizo el antropólogo Eduard Seler, quien vio los cascabeles de oro en las mejillas, portaorejeras y los plumones en el pelo destinados al sacrificio. Sus ojos entrecerrados corresponden a la deidad ya decapitada.

Otra representación de la diosa Coyolxauhqui. Foto: INAH

Una más de las esculturas de la diosa Coyolxauhqui es la que describió el maestro Matos Moctezuma en su estudio Las seis Coyolxauhqui: variaciones sobre un mismo tema, que se localiza en el Museo Peabody de Harvard. Se trata de una máscara de piedra verde. La pieza presenta los atributos de la Coyolxauhqui: los cascabeles sobre las mejillas, las orejeras y los plumones en el cabello.

El investigador emérito del INAH apunta en su texto que otro fragmento de piedra labrada que se encontró con parte del rostro, cabello y plumones de la diosa lunar, se encontró en la esquina suroeste del Templo Mayor de la etapa IV b, que fue excavada por Manuel Gamio en 1914, y posteriormente en 1948 por Hugo Moedano. La pieza erosionada fue identificada por el arqueólogo Felipe Solís, al igual que el monolito de andesita rosada descubierto en 1978, este último con ayuda de Gerardo Cepeda.

Durante sus trabajos de excavación en los años 80, el maestro Eduardo Matos Moctezuma halló fragmentos irregulares de la escultura, en la que se aprecian elementos correspondientes a la diosa, que podrían corresponder a la última etapa constructiva del Templo Mayor. En las partes se puede identificar una pierna, parte del cuerpo y largas plumas.

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Palacio azteca Axayácatl, descubierto en el Monte de Piedad

palacio-azteca-de-axayacatl
Foto: INAH

El palacio azteca Axayácatl fue descubierto bajo los pisos del Nacional Monte de Piedad en la Ciudad de México. Los restos del importante palacio de Tenochtitlan reviven la muerte del emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin, posiblemente ocurrido el 29 de julio de 1520.

Junto con los restos del palacio Axayácatl se descubrieron vestigios de una casa construida bajo las órdenes de Hernán Cortés, mediante la reutilización de los materiales de la edificación azteca.

Las excavaciones de arqueólogos del INAH dieron como resultado el hallazgo de pisos de lajas de basalto, los cuales debieron integrar parte de un espacio abierto del Palacio de Axayácatl, gobernante que dirigió los destinos de Tenochtitlan entre 1469 y 1481.

Los vestigios del palacio Axayácatl se hallaron debajo del firme de la casa virreinal, a más de 3 metros de profundidad. Se trata de piso de lajas de basalto, pero de época prehispánica. Dadas sus características, los expertos sostienen que formó parte de un espacio abierto del antiguo Palacio de Axayácatl, probablemente, un patio.

Los restos de la casa que está por encima del Palacio azteca corresponden al periodo virreinal temprano (1521-1620 d.C.).

A la edificación colonial corresponden los restos de una habitación hecha con sillares de basalto y tezontle —de 5 por 4 metros—, cuyo desplante partía de un piso de lajas de basalto. Análisis posteriores permitieron concluir que ésta fue la morada de Hernán Cortés, una vez caída México-Tenochtitlan, en 1521.

Los especialistas hacen hincapié en que los vestigios de la naciente época virreinal corresponden a materiales reutilizados de las Casas de Axayácatl que, al igual que otras estructuras del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, fueron destruidas por los españoles y sus aliados indígenas, casi hasta sus cimientos.

Ejemplo de lo anterior es que, empotrados en la fachada de la esquina interior sureste del cuarto colonial, se detectaron dos sillares prehispánicos trabajados en altorrelieve que representan una serpiente emplumada (Quetzalcóatl) y un tocado de plumas, los cuales debieron pertenecer a un panel del Palacio de Axayácatl. Así también, formando parte un fuste, se registró otra escultura mexica con el glifo que simboliza el tianquiztli o mercado.

Algunos de los materiales diagnósticos, los cuales permiten fechar de forma preliminar estos hallazgos, son restos de cerámica prehispánica y colonial, cuyos tipos (estilos) corresponden a los periodos históricos referidos: Azteca III: Anaranjado Monocromo, Negro sobre Anaranjado y Loza Texcoco Bruñida; además de loza vidriada y mayólica española y novohispana.

El Palacio Axayácatl, donde los aztecas hospedaron a Hernán Cortés

El Palacio Axayácatl, ubicado bajo los pisos del Nacional Monte de Piedad, fue donde los mexicas dieron hospedaje al conquistador español Hernán Cortés a su llegada a la ciudad de Tenochtitlan.

Dentro de los muros de las Casas Viejas de Axayácatl acaecieron algunos de los episodios más decisivos de la conquista de México-Tenochtitlan, como la muerte del tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, posiblemente, el 29 de junio de 1520; giros inesperados que minaron la relación entre mexicas y españoles hasta desencadenar la confrontación abierta, señaló el INAH.

Ese espacio, el cual habitó el español por algunos años, también sería la sede del primer Cabildo de la Nueva España (hacia 1525) y del Marquesado del Valle de Oaxaca, concedido al conquistador cuatro años después.

Casas Viejas del Palacio Axayácatl muestran la destrucción que causaron los españoles

Raúl Barrera, también investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH, reflexiona que existen testimonios materiales que resultan elocuentes por su escasez, y es el caso de los recientes descubrimientos en el Nacional Monte de Piedad, los cuales “hablan” de la destrucción a la que fueron sometidos los edificios principales de Tenochtitlan, tanto con fines simbólicos como prácticos.

Pasajes de la historia de los mexicas en el Palacio Axayácatl

Pese a la humildad de estos testigos, esos pisos prehispánicos fueron los mismos por los que deambularon los invasores españoles y sus aliados a su llegada a Tenochtitlan, el 8 de noviembre de 1519. Moctezuma II les permitió alojarse en las casas viejas que habían pertenecido a su padre y, al poco tiempo, las convirtieron en su cuartel.

Estando en ese palacio, diversos hechos se suscitaron; por ejemplo, adecuaron una habitación para dar misa y, ahí mismo, mantuvieron cautivos a varios gobernantes, empezando por quien fuera su anfitrión: Moctezuma Xocoyotzin; Cuitláhuac, señor de Iztapalapa; Cacamatzin, tlatoani de Texcoco, e Itzcuauhtzin, señor de Tlatelolco, entre otros.

Luego de que el 22 de mayo de 1520, por orden de Pedro de Alvarado, se suscitó la matanza de la fiesta de Tóxcatl, en el Templo Mayor, los españoles se replegaron y regresaron al Palacio de Axayácatl. Ese hecho desató el enojo de los mexicas y, hacia finales de junio de ese año,  sitiaron a los invasores en ese inmueble. Hernán Cortés quiso contener la furia a través de Moctezuma, quien desde la azotea intentó aplacarlos, pero los esfuerzos fueron en vano, pues su hermano Cuitláhuac era el nuevo gobernante.

La noche del 30 de junio de 1520, los españoles huyeron a Tlaxcala por la calzada de Tlacopan (hoy Tacuba), dejando atrás las Casas Viejas de Axayácatl.

 Casas de Cortés

Tras la caída de Tenochtitlan, los mexicas sobrevivientes fueron obligados a destruir, con sus propias manos, sus templos y palacios y, con los mismos materiales, a levantar la nueva ciudad. Las Casas Viejas de Axayácatl darían lugar a las Casas de Hernán de Cortés, las cuales fueron también sede temporal del primer Cabildo de la Nueva España, hacia 1525, y del Marquesado del Valle de Oaxaca, título nobiliario para hacerse cargo de una especie de gobierno, concedido por sus servicios a la Corona española, en 1529.

A la muerte del conquistador, en 1547, sus descendientes mantuvieron la propiedad. Martín Cortés Zúñiga, su hijo, heredó el marquesado, pero, en 1566, al verse involucrado en una conspiración que pretendía apoderarse del gobierno de la Nueva España, fue expulsado del virreinato. Las casas y el extenso terreno quedaron en manos de un apoderado legal y, ya en malas condiciones, fueron vendidas al Sacro Monte de Piedad, en 1836.

La rehabilitación del Monte de Piedad permitió descubrimiento del Palacio azteca Axayácatl

El Monte de Piedad es uno de los edificios más emblemáticos del primer cuadro de Ciudad de México, ubicado a un costado de la Catedral Metropolitana.

En las últimas dos décadas y aprovechando obras de rehabilitación en la casa matriz de esa institución, diversos expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han hallado retazos de la antigua residencia del padre de Moctezuma II, cuyos descubrimientos más recientes se registraron durante las intervenciones arqueológicas encabezadas por Raúl Barrera Rodríguez y José María García Guerrero, responsable y colaborador, del Programa de Arqueología Urbana (PAU), respectivamente.

Tras una inspección con motivo de trabajos emprendidos en la mitad norte del inmueble histórico, el personal del PAU efectuó un salvamento arqueológico entre los primeros días de septiembre de 2017 y mediados de agosto de 2018, concentrándose en el patio principal y un cuarto adyacente. Cabe mencionar que el proyecto continúa en la fase de investigación.

La intervención arqueológica en el Monte de Piedad

El responsable del PAU, Raúl Barrera, y su colaborador José María García, explican que excavaron 12 pozos de sondeo —de 2 metros por lado y 1.50 m de profundidad— en torno al patio principal del Nacional Monte de Piedad, donde se efectuaban obras para reforzar las columnas que lo delimitan y soportan el primer nivel del edificio.

A través de los pozos, en los lados norte, este y oeste, se localizaron restos de un muro de piedra y argamasa —de 1.50 metros de alto por 1.25 m de ancho—, el cual sirvió de cimiento y desplante para una serie de columnas del inmueble edificado hacia 1755, lo que permite deducir que el patio central fue originalmente más amplio. También, en la sección oeste de este mismo espacio se encontraron los desplantes: basas y un fuste de otras columnas de la época virreinal temprana.

Sin embargo, las principales sorpresas aguardaban en el cuarto adyacente: los arqueólogos del PAU tuvieron la oportunidad de realizar una excavación extensiva, la cual permitió ubicar los restos de una habitación hecha con sillares de basalto y tezontle —de 5 por 4 metros—, cuyo desplante partía de un piso de lajas de basalto. Análisis posteriores permitieron concluir que ésta fue la morada de Hernán Cortés, una vez caída México-Tenochtitlan, en 1521.

Por debajo del firme de la casa cortesiana, a más de 3 metros de profundidad, se detectaron los restos de otro piso de lajas de basalto, pero de época prehispánica. Dadas sus características, los expertos sostienen que formó parte de un espacio abierto del antiguo Palacio de Axayácatl, probablemente, un patio.

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